(3) INVISIBLES, de Gracia Querejeta.

MUJERES DE 50 AÑOS
La película nº 11 de Gracia Querejeta (Madrid, 1962), con la colaboración en el guión de Antonio Mercero, centra su atención en las tribulaciones de tres mujeres de mediana edad y es otro acierto en una carrera profesional jalonada de prestigio: El último viaje de Robert Rylands, Héctor, Siete mesas de billar francés, 15 años y un día, Felices 140… además de series de TV y anuncios publicitarios.
Gran parte del mérito de este nuevo film corresponde a la magnífica labor del trío protagonista: Emma Suárez (Elsa), Adriana Ozores (Julia) y Nathalie Poza (Amelia) que, encarnando a personajes que rondan los 50 años, se plantean todo un repertorio de cuestiones preocupantes: la pareja, el amor, la sexualidad, el dinero, la capacidad de seducción en la madurez, el trabajo, la maternidad, el futuro, la soledad, etc. Representan a tres arquetipos femeninos con sus particulares características y diversidad de circunstancias pero unidos por un mismo momento vital.
Invisibles (para los hombres) ofrece una lograda mezcla de comedia y drama en una representación de la realidad –a modo de sintético muestrario—que va desplegando las angustiosas preocupaciones de las tres amigas que se reúnen todos los jueves para hablar de sus cosas mientras dan un paseo por un parque de la ciudad, con la ocasional aparición de algún personaje secundario que aporta nuevos matices a sus habituales temas de conversación. Cuestiones de actualidad que afloran en esta interesante película que algunos han catalogado de “teatral” (¿lo son muchos filmes de Mankiewicz, Cukor o Rohmer?) por tratarse de un relato lleno de diálogos aunque desarrollado en el amplio espacio de un jardín urbano por el que deambulan las protagonistas.
La cámara –mediante travellings— las retrata frontalmente, las persigue y las enfoca en conjunto o individualmente cuando detienen su marcha y se sientan a reposar utilizando planos medios y primeros planos mientras hablan sobre el implacable paso del tiempo, la pérdida de la lozanía juvenil, su rutinaria relación con los hombres, el miedo al desempleo… Y deben tomar decisiones en medio de secretos y mentiras, de una sinceridad incompleta y de la resistencia a conocer toda la verdad sobre sí mismas.
Invisibles evita terminar con un desenlace feliz, demasiado convencional aunque muy frecuente, y opta por un final abierto cuajado de incertidumbres. Porque en esta sociedad tan individualista y competitiva no es difícil caer en la marginación, arrasado el sueño de una felicidad inalcanzable.
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