(4) LA VERDAD, de Hirokazu Kore-eda.

REENCUENTRO FAMILIAR
Del prestigioso y galardonado cineasta japonés Hirokazu Kore-eda hemos tenido el privilegio de poder ver en explotación comercial diez de sus películas, de las que cabria destacar la enorme calidad e interés de Nadie sabe; Still walking; De tal palo, tal hijo; El tercer asesinato y Un asunto de familia.
La verdad es una producción francesa que ha sido posible gracias a la presencia de dos grandes divas como Catherine Deneuve y Juliette Binoche en los papeles protagonistas de Fabienne y Lumir, una veterana estrella del cine galo y su hija, una guionista que vive en EE. UU. con su marido americano y su niña.
Hay un magnífico estudio psicológico de estos personajes complejos, llenos de recovecos, especialmente volcado en las relaciones materno-filiales y en los entresijos del mundo del cine. El núcleo dramático del relato es la rivalidad –el distanciamiento– entre una y otra, con una especial atención a Fabienne, una actriz caracterizada por la egolatría y la vanidad, la aspereza de carácter y la falta de empatía con los demás. Y la preocupación por afrontar el paso del tiempo.
A lo largo del film abundan los reproches mutuos, un ajuste de cuentas en el que cuenta mucho el peso de los recuerdos. El reencuentro entre madre e hija, largo tiempo separadas, tiene lugar en una mansión cercana a París con ocasión de la presentación de un libro de memorias de Fabienne, que se encuentra rodando una obra de ciencia-ficción. Su autobiografía está llena de mentiras y de voluntarias omisiones. Todo sucede durante el otoño, estación del año que Éric Gautier magnifica con una excelente fotografía de arboledas retratadas con espléndidos colores.
La puesta en escena de Kore-eda es exquisita, elegante y rigurosa, subordinada por completo al delicado y sugerente análisis de las relaciones entre los personajes, sobre todo de las protagonistas. El guión es del propio director y desarrolla una idea que había plasmado en un antiguo libreto teatral. El film resultante es una comedia dramática en la que combina sabiamente ligereza y profundidad evitando toda fórmula preestablecida en aras de la fluidez narrativa y del naturalismo expresivo. Una trama condimentada con sentimientos como el orgullo, las penas y las alegrías, que finaliza en un clima de humana reconciliación.
Una vez más se plantean algunos dilemas existenciales: ¿hay que atender prioritariamente la carrera profesional (el éxito, la fama y la fortuna) o, con las inevitables renuncias, prestar antes atención a la propia pareja y familia? La verdad juega también con el contraste entre realidades y apariencias. Kore-eda sigue cultivando el estilo que le ha procurado el reconocimiento internacional. Evita los mensajes explícitos y su cine se instala plenamente en la modernidad.
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