(4) EL OFICIAL Y EL ESPÍA, de Roman Polanski.

EL CASO DREYFUS
Del famoso “caso” Dreyfus se ha ocupado el cine en diversas ocasiones con películas de Georges Meliés (1899), Ferdinand Zecca (1908), Richard Oswald (1920), F. W. Kraemer y M. Rosmer (1931), William Dieterle (1937) y José Ferrer (1957). En 1894 el capitán francés Alfred Dreyfus fue acusado injustamente de traidor y de espiar a favor de Alemania filtrando secretos militares. Juzgado, condenado a cadena perpetua y deportado a la remota Isla del Diablo, fue víctima de los prejuicios antisemitas dominantes en la sociedad gala del momento. Sólo Émile Zola (1840-1902) decidió defender el honor del militar represaliado y lo hizo con el célebre artículo “J´accuse” publicado en el diario “L´Aurore”, lo que le procuró cárcel y destierro.
La película de Roman Polanski (de familia judía perseguida por los nazis) no sólo muestra el irregular consejo de guerra contra Dreyfus (objetivo principal de los filmes antes citados) sino que es fruto de una amplia investigación histórica –hecha con mayor detalle y complejidad– que no olvida tampoco defender el honor del oficial injustamente castigado y vituperado adaptando el libro de Robert Harris “D: El oficial y el espía” que el propio escritor junto al realizador de la película convirtieron en guión. El eje del relato no es ya Dreyfus (confinado en la lejana isla) sino el coronel Georges Picquart que, destinado al servicio de Inteligencia en París, pasó de ser acusador a defensor de su inocencia, haciendo pública la manipulación de un proceso penal castrense apoyado en pruebas falsas.
El proyecto de realización del film se demoró varios años porque los productores se empeñaron absurdamente en rodarlo en lengua inglesa para facilitar su difusión internacional. Ganador del Gran Premio del Jurado (León de Plata)en el festival de Venecia 2019, El oficial y el espía se filmó finalmente en lengua francesa –añadiendo subtítulos en cada país– contando para ello con las magníficas interpretaciones de Jean Dujardin (Picquart) y de Louis Garrel (Dreyfus), constituyendo una dura requisitoria contra el ejército (en la línea de Senderos de gloria de Stanley Kubrick, 1958) al presentarlo como una institución totalmente cerrada, rígidamente jerarquizada, preocupada antes por el propio prestigio y la disciplina que por la verdad y la justicia.
Roman Polanski vuelve a demostrar que es un excelente cineasta (su vida privada se inscribe en otra dimensión que ahora no procede contemplar), en esta ocasión logrando una modélica ambientación, una experta dirección de actores, una constante tensión dramática, un hábil control del ritmo y un firme compromiso ético.
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