(4) 1917, de Sam Mendes.

LA GUERRA EN UN PLANO-SECUENCIA
Sam Mendes es un premiado cineasta británico del que habíamos podido ver siete películas, entre las que yo destacaría American beauty, Camino a la perdición, Revolutionary road y Spectre. Su reciente obra, adscrita al género bélico, no es la típica apología patriótica que suele inspirar al cine de guerra más convencional sino una crónica realista que se alimenta de elementos como la muerte, la locura, el frío, la lluvia, el barro, el hambre, la mugre, la añoranza, el miedo, el odio y la alucinación. Steven Spielberg ha participado en la producción y Roger Deakins ha elaborado una fotografía magnífica. El film 1917 narra un episodio de ficción situado a la I Guerra Mundial, en la devastada campiña francesa, cuyos protagonistas son los soldados ingleses Schofield y Blake, designados para llevar cabo la misión casi suicida de entregar un importante y urgente mensaje destinado a salvar a su propio ejército de una emboscada tendida por las tropas alemanas.
Las dos horas que dura el relato (el tiempo cinematográfico) vienen a resumir las ocho de la acción llevada a cabo (el tiempo real) con la particularidad de que la impresión del espectador es la de estar asistiendo a un film rodado en un único plano –constitutivo de una larga secuencia—aunque de hecho se trata de un artificio dotado de una falsa continuidad y de gran dificultad técnica, consistente en empalmar varios fragmentos de dilatada duración que corresponden a las escenas que van sucediendo en diferentes espacios arrasados, una tierra de nadie abandonada por el ejército enemigo en retirada pero en la que sin embargo no están totalmente ausentes el peligro, la violencia y la muerte.
El itinerario recorrido por los mensajeros (unos 15 kilómetros) nos es mostrado mediante imperceptibles elipsis y con un montaje invisible que es resultado de numerosos ensayos previos y de un rodaje particularmente meticuloso y lleno de dificultades, empleando continuos travellings obtenidos con los más diversos procedimientos técnicos. El valor de los dos protagonistas no es percibido como fruto de una voluntad heroica sino como una actitud coherente con la solidaridad, el afán de supervivencia y, desde luego, como el obligado cumplimiento del deber. Todo ello contemplado desde una óptica cotidiana, naturalista, dominada por la angustia y el sufrimiento.
No es la primera vez que en el cine se cuenta una historia mediante un (aparente) único plano-secuencia, ideado ya por el temprano virtuosismo creativo de Alfred Hitchcock en La soga (1948). Es un método inusual pero tan legítimo como efectivo para, en este caso, potenciar la sensación de realismo físico y facilitar la identificación del espectador con los personajes compartiendo con ellos el riesgo y la inseguridad de sus actos.
La continuidad espacio-temporal de lo narrado no nos deja un momento de respiro y produce un gran impacto emocional potenciando el suspense con el pausado devenir de los acontecimientos y la incertidumbre del desenlace. La cámara se subordina al desplazamiento de los actores y a las características de los escenarios naturales (paisajes, trincheras, casas, etc.).
La puesta en escena se pliega, pues, en los planos generales al movimiento de los personajes y a los accidentes del espacio transitado, a los cuales se adapta el objetivo del tomavistas en el momento de la filmación. No por ello se prescinde de los primeros planos, con la expresividad de unos rostros que reflejan y crean la dimensión dramática de las situaciones. Y el montaje (invisible) tiene que planearse previamente teniendo en cuenta la especial manera en que va a efectuarse el rodaje.
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