(2) RICHARD JEWELL, de Clint Eastwood.

FALSO CULPABLE
Esta película es la nº 38 de las realizadas por el actor y productor Clint Eastwood que, a punto de cumplir 90 años, demuestra una vez más su sólido oficio y su funcional sentido del relato fílmico (estilo clásico, directo y diáfano, con rodajes especialmente rápidos) al convertir en imágenes un guión de Billy Ray inspirado en un artículo aparecido en la revista “Vanity Fair”. Se narra en esta ocasión la explosión de un artefacto durante la celebración en Atlanta (Georgia) de los Juegos Olímpicos de 1996, con el resultado de dos personas muertas y muchas heridas. Se investigó a Richard Jewell, guardia de seguridad que descubrió la mochila con la bomba, como sospechoso de haber preparado el atentado.
La película ha despertado cierta polémica porque denuncia la forma ilegal con la que una periodista difundió la noticia de la implicación de Richard Jewell tras haber accedido a la información facilitada por un agente del FBI. Indudablemente, el realizador ha sabido contar los hechos con la eficacia necesaria para implicar al espectador en los mismos aunque es lícito pensar que a la historia y a los personajes les falta complejidad, resultando todo bastante previsible (se trata de una trama real y nunca se oculta lo sucedido) además de estar emparentado el film con los referentes argumentales de El gran carnaval (Billy Wilder, 1951) y de Falso culpable (Alfred Hitchcock, 1957).
El retrato que se hace del protagonista (una víctima inocente a la que los ciudadanos convierten rápidamente de héroe en villano) busca compaginar los rasgos de un bondadoso hombre común con un aspecto de friki (singularmente obeso, soltero que vive con su madre, persona exageradamente servicial y coleccionista de armas), un frustrado policía que seguramente se gana la complicidad (y la compasión) del público por ser arbitrariamente imputado de un grave delito.
Del calvario del sospechoso se hace responsable tanto a la manipulación de los media (prensa y TV) como a las fuerzas del orden que subordinan el rigor probatorio al inmediato éxito profesional. ¿Juega el republicano Clint Eastwood a cineasta liberal o incuso anti-sistema? No creo. La presencia en la pantalla de un televisor del rostro del presidente demócrata Bill Clinton no parece casual. Aunque resulta palpable la denuncia que se hace de unos medios de información sensacionalistas y de una opinión pública fácilmente manipulable por reporteros poco escrupulosos y por empresas tentadas por los grandes beneficios.
La sobria música de Arturo Sandoval, a base de acordes graves para los momentos de peligro o de revelaciones novedosas, huye de toda concesión al efectismo.
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