(4) SORRY WE MISSED YOU, de Ken Loach

LA CLASE OBRERA NO VA AL PARAÍSO
Con la importante colaboración de su guionista habitual Paul Laverty, el británico Ken Loach (82 años, dos Palmas de Oro en Cannes) ha mostrado una vez más su preocupación y solidaridad con la clase trabajadora, ha denunciado las injusticias sociales y ha procurado que los espectadores tomen conciencia de los problemas para que, al menos, los siervos no acaben votando a los amos.
En su último film (traducible como “lo sentimos, le hallamos ausente”, la disculpa cortés de una empresa de reparto a domicilio) el tándem Laverty-Loach ha alcanzado la excelencia en una de sus mejores películas tanto por la precisión narrativa y la ausencia de divagaciones innecesarias como por el rigor conceptual de su testimonio y el moderado uso de unos resortes emocionales que sólo estallan en un final tan vibrante como abierto.
Sorry we missed you — premio del público al mejor film en el festival de San Sebastián 2019—relata las angustiosas peripecias de Ricky y Abbie en Newcastle, una pareja perteneciente a la clase obrera y con dos hijos, que tras sobrevivir a la crisis económica de 2008 ha encontrado trabajo como repartidor de paquetes en furgoneta y como cuidadora de ancianos dependientes, respectivamente.
Pero el sistema capitalista neoliberal ha ido progresando en su empeño de recortar los derechos adquiridos –tras largos años de lucha– por los trabajadores. Los empresarios han logrado desentenderse (para ahorrar gastos y aumentar los beneficios) de los salarios dignos, la estabilidad laboral, el horario reglamentado, la cobertura sanitaria, las vacaciones y las bajas justificadas, entre otras conquistas alcanzadas. El procedimiento: convertir a los asalariados en “emprendedores” independientes, en falsos autónomos cuyos negocios se verán frecuentemente condenados al fracaso debido a los elevados costes soportados y a las abusivas exigencias de sus camuflados patronos. La precariedad y la ruina afectarán a todo el núcleo familiar.
El estilo austero y el realismo de las situaciones son las grandes virtudes de este excelente film que pone en evidencia las nuevas formas que ha adoptado la explotación: empleos precarios, inestabilidad laboral, bajas remuneraciones, responsabilidad a cargo exclusivo del trabajador, jornadas interminables para poder subsistir…
La actividad económica neoliberal puede prescindir ya de la figura jurídica del asalariado y de las funciones reivindicativas y asesoras del sindicato. El negocio se organiza como fruto de un pacto aparentemente libre (pero desigual y forzoso de hecho) entre el trabajador y la empresa (los anónimos accionistas) sumida en la sombra y ahora representada por una “agencia” de contratación, intermediaria, que impone sus duras condiciones. Capital y mano de obra nunca llegarán a encontrarse en un espacio dotado de rostro humano.
Las nuevas tecnologías aplicadas al comercio –compras, pagos y distribución a través de la red– facilitarán la rapidez, la efectividad y el ahorro. Pero tener un empleo ya no significará poder llegar a fin de mes con las necesidades básicas satisfechas. Es la nueva cara de una organización más fría y despiadada que nunca. Todo en aras del máximo beneficio financiero.
El trabajador ha quedado reducido, retrocediendo como sujeto de la Historia, a individuo aislado, desprotegido, esclavizado, que debe estar agradecido a unos dueños que hacen posible la mera subsistencia. La película evita sin embargo toda tentación panfletaria aunque la claridad no significa esquematismo. Su complejidad asume que no hay buenos y malos de una pieza—no es una cuestión de moral sino de intereses contrapuestos–y que cada cual esgrime sus propias razones. No siempre éticas y defendibles. Que el sistema establecido es el responsable de los abusos, de la nueva pobreza y de la marginación de muchos ciudadanos.
Hay un enemigo perfectamente identificado. La película nos sugiere que el remedio, la lucha, está en nuestras manos.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.