(3) LA TRINCHERA INFINITA, de Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga

EL HOMBRE-TOPO
Los realizadores implicados en las películas Loreak (Flores) y Handia han codirigido este sugestivo film sobre un hombre-topo, Higinio, recién casado con Rosa, que se ve forzado a esconderse en un zulo de su propia casa para escapar de las represalias del bando sublevado en los albores de la guerra civil española. Estamos en la Andalucía de 1936, cuando el protagonista decide esconderse sin saber que terminará la contienda y, con Franco investido de un poder absoluto, la represión generalizada le obligará a prolongar su dramática situación durante más de 30 años.
El rodaje se efectuó siguiendo el orden cronológico de los acontecimientos para plasmar con el mayor realismo posible la evolución física y mental de los personajes, encarnados con acierto por Antonio de la Torre y Belén Cuesta. Nos hallamos ante un relato contado desde el punto de vista de Higinio y el resultado es una espeluznante crónica hecha de silencio y oscuridad, de miedo y soledad, pese a que paulatinamente el recluido va conociendo la evolución del mundo exterior (la indiferencia de los países democráticos) gracias a la información suministrada por la prensa, la radio y, más tarde, la televisión.
La duración del film –teniendo en cuenta su carácter intimista y claustrofóbico—me parece excesiva, pero los 147 minutos del metraje han sido hábilmente aligerados mediante la inclusión de una serie de peligrosos incidentes que, a modo de suspense, logran mantener vivo el interés del espectador. La excelente fotografía ha contribuido al buen resultado del proyecto con la omnipresencia de espacios en sombras alumbrados por un único foco que hace visible la angustiosa estancia subterránea del emparedado, aunque la tensión va diluyéndose (imponiéndose la rutina) conforme van transcurriendo las décadas de voluntaria reclusión.
Pero pese a lo elemental de su estructura dramática, la película no pierde emoción gracias a la complejidad de los personajes, especialmente perceptible en Higinio, cuya conducta y obsesiones están fuertemente condicionadas por su anómala circunstancia personal.
El caso de los republicanos escondidos y atendidos secretamente por sus familiares se hizo público en España en 1969, tras la amnistía política concedida por el “caudillo” a los supervivientes del bando derrotado. El periodista Manu Leguineche pudo escribir entonces su novela “Los topos”.
Pero resulta sorprendente que ningún comentarista haya aludido al ilustre antecedente fílmico que representó El hombre oculto (1970), debut en el largometraje de Alfonso Ungría, singular ejemplo de un cine independiente, marginal y maldito que apenas tuvo distribución comercial a causa de su acentuado hermetismo expresivo, lo que contribuyó sin duda a sortear los rigores de la censura franquista. La ausencia de alusiones políticas explícitas y el carácter vanguardista del lenguaje empleado posibilitaron seguramente su autorización oficial. Y así, esta metáfora expresionista sobre los prolongados efectos de la guerra civil y posterior dictadura pudo llegar a un cineclub de Valencia en mayo de 1977 y ser proyectada ante un público tan escaso como desconcertado. Aunque la 2 de TVE tuvo a bien rescatarla una madrugada de octubre de 1991. Para que conste.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.