(3) AD ASTRA – HACIA LAS ESTRELLAS, de James Gray.

TINIEBLAS EN EL ESPACIO
Suele decirse que 2001, una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) inauguró en el cine la era de la ciencia-ficción para adultos situando al género en su mayoría de edad. La nueva realización del guionista, director y productor James Gray —graduado en la Universidad del Sur de California— se inscribe en esta compleja modalidad de discurso fantástico tras habernos mostrado su buen oficio con La noche es nuestra (2007), Two lovers (2008), El sueño de Ellis (2013) y Z: la ciudad perdida (2017).
La presencia en el reparto de Brad Pitt y Tommy Lee Jones no asegura sin embargo el éxito comercial de este film que ha subordinado el ritmo y la espectacularidad a una seriedad conceptual que tiene como soporte narrativo un viaje a Neptuno en clave de cine de aventuras espaciales, relatando una serie de incidencias ubicadas en un medio hostil donde el hombre debe luchar a fondo y sin tregua por la supervivencia superando sus propias limitaciones biológicas y psíquicas.
Por otra parte, Ad astra constituye una metáfora con implicaciones filosóficas y científicas: la posibilidad de vida inteligente más allá de las estrellas, el destino final de la Humanidad, la absoluta soledad en un universo vacío, la incertidumbre y la nada como retos cognitivos, la energía nuclear como posible causa de la destrucción de nuestro planeta, la libre elección entre el bien y el mal…
También se efectúa una profundización en la psique del ser humano, que ahora no sólo está dotado para la acción física sino que también es un ente guiado por la razón y las emociones, lastrado por dudas, temores y angustias a las que enfrentarse y vencer. En este caso cobra especial relevancia el tema de las relaciones paterno-filiales, las de los astronautas Roy McBride y su progenitor, que hace años desapareció en los límites del sistema solar y al que hay que localizar, rescatar y neutralizar. Aquí aparecen algunos detalles freudianos como el enfrentamiento y la reconciliación entre ambos además de una dilatada ausencia (una orfandad) respecto al ámbito familiar resuelta con la muerte.
Resulta evidente que James Gray y su co-guionista Ethan Gross han manejado dos concretos referentes literarios: por una parte, La Odisea de Homero, un largo viaje lleno de peligros y el retorno final al hogar que aquí constituye un desenlace ajeno al planteamiento distópico, pesimista, habitual en la moderna ciencia-ficción. Por otra parte, la novela de Joseph Conrad que inspiró una parte de Apocalipsis now (F. Ford Coppola, 1979), con la búsqueda y localización, en lo más profundo de la selva, del militar enloquecido, rebelde y destructor.
No olvida la película la alusión a la rivalidad y la pugna entre naciones terrícolas por el control de los territorios siderales y de los recursos naturales, incluyendo la presencia de delincuentes errantes dedicados al saqueo —un homenaje a la saga Mad Max—.
Aunque tampoco se libra este film de ciertos lugares comunes imprescindibles en un relato que, pese a todo, tiene más de ficción que de ciencia: escenas en que no se ha tenido más en cuenta la falta de oxígeno, de luz y la no propagación del sonido.
Muy buena la fotografía de Hoyte van Hoytema —abundancia de tonos oscuros, rojos y blancos— y acertada la música de Max Richter, que logra crear un clima envolvente y misterioso donde es posible cualquier evento inesperado.
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