(3) RAY Y LIZ, de Richard Billingham.

UN INFIERNO FAMILIAR
Esta producción británica constituye el debut como guionista y realizador de largometrajes del afamado fotógrafo Richard Billingham (Birmingham, 1970) con la particularidad de que se trata de un film autobiográfico sobre su infancia junto a sus padres Ray y Liz (los verdaderos protagonistas) y su hermano menor Jason, formando todos ellos una singular familia de clase obrera en paro, marginal y disfuncional, afectados los adultos por casi todas las adicciones posibles (alcoholismo, bulimia, ludopatía, tabaquismo…) y víctimas de sus lógicas consecuencias (pobreza, indolencia, suciedad y violencia). La mayor parte del relato transcurre en el interior de uno de los pisos de propiedad municipal que se ceden a los sin techo y a gente sin recursos. Eran los duros años del neoliberalismo de Margaret Thatcher.
Un drama sombrío y cruel –de características raramente contempladas en los últimos años– que nos muestra a personas convertidas en poco más que bestias carentes de principios éticos, de referentes sociales, de bagaje cultural y de resortes afectivos. A su lado, Los olvidados (Luis Buñuel, 1950) sólo era un exótico cuadro costumbrista y Brutos, sucios y malos (Ettore Scola, 1976) un divertido esperpento.
Galardonado en los festivales de Locarno y de Sevilla, el film está estructurado en tres bloques temporales que aparecen entremezclados y la cámara funciona como una lente de aumento que observa detalladamente a personajes y situaciones sin emitir juicio condenatorio alguno, como un testigo imparcial que se limita a utilizar sus recursos expresivos para construir su discurso: los planos fijos y de larga duración (con algunos tiempos dramáticamente muertos) además de varias secuencias independientes que describen los acontecimientos en tiempos distintos.
Rodada la película en cinta de 16 mm. para reflejar de forma realista la Inglaterra de los 80 y evitar así la limpia textura del moderno sistema digital, Ray y Liz es un documento crudo y minucioso que permite sin embargo unos pocos atisbos de ternura y conmiseración. El estilo de Billingham es heredero del de Terence Davies (Liverpool, 1945), un excelente cineasta éste con un pasado igualmente traumático y narrador de historias transidas por el sufrimiento aunque redimidas por una sensibilidad poética que evita no obstante toda concesión a la nostalgia.
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