(2) LOLA Y SUS HERMANOS, de Jean-Paul Rouve.

COSAS DE FAMILIA
De los cuatro largometrajes realizados por el actor francés J.-P. Rouve sólo conocíamos Los recuerdos (2014) donde ya mostraba una voluntad de recrear la vida cotidiana –con sus penas y alegrías—de la gente corriente. Ahora ha colaborado de nuevo con el novelista David Foenkinos para escribir el guión de su nuevo film, resultado de largas conversaciones y de una común aportación de ideas, situaciones y diálogos antes seleccionar y sintetizar los materiales y dar por concluida la fase de creación literaria.
Capitaneada por la actriz Ludivina Sagnier, Lola y sus hermanos constituye una sagaz mezcla de drama y comedia cuyo estilo híbrido cumple la función de evitar los excesos sentimentales y conferir humanidad a los personajes mediante detalles de humor. Nos hallamos ante un relato de carácter coral, con numerosos individuos –hombres y mujeres –que asumen un similar nivel de protagonismo. Ubicada esta crónica familiar en Angoulème (ciudad del departamento de Charente, no grande pero sí rica en patrimonio monumental de estilo románico), Lola se erige en eje de la narración alrededor del cual giran especialmente sus hermanos mayores Benoît (un oculista que contrae su tercer matrimonio y que es encarnado por el propio director) y Pierre (un trabajador especializado en demoler edificios que es despedido tras cometer un grave error de cálculo).
La película es un compendio de los problemas que pueden afectar a las personas en sus diversas relaciones: amorosas, laborales, familiares, financieras, conyugales, materno y paterno-filiales, etc. aunque en esta ocasión los ocasionales enfados, discusiones y rupturas acaban felizmente con la reconciliación de los implicados.
La labor de dirección es sencilla, correcta y funcional, captando bien la cámara tanto los encuentros de grupo como los reducidos a dos o tres individuos. Creo que el film no alcanza un superior nivel de interés por culpa de cierta monótona reiteración en los conflictos y enfrentamientos, aunque la búsqueda de realismo no debería haber impedido la posibilidad de utilizar algún momento de clímax o cambios de ritmo para reforzar la capacidad de seducción del relato y para caracterizar con rasgos singulares a algunos personajes.
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