(2) LA PROFESORA DE PARVULARIO, de Sara Colangelo.

EL NIÑO PRODIGIO
Nueva versión de la película israelí del mismo título realizada por Nadav Lapid en 2014 —de fugaz estreno en Valencia—, ahora a cargo de una productora USA que fue recompensada con el premio a la mejor dirección en el festival de Sundance. La actriz Maggie Gyllenhaal encarna a Lisa Spinelli, una aplicada maestra de escuela infantil que descubre en su clase a un niño de 5 años que parece poseer un talento especial para elaborar breves poemas, que recita de un modo tan intuitivo como mecánico. Ella está convencida de la genialidad del pequeño pero nadie de su entorno reconoce la importancia de su descubrimiento: ni los padres inmigrantes del chico, ni su propio marido e hijos, ni el profesor de literatura del cursillo al que acude comparten su entusiasmo.
Para profundizar adecuadamente en el alcance y significado del film debe emplearse un método psicoanalítico dirigido a estudiar las profundas motivaciones de la maestra: resulta evidente que ella proyecta sobre el niño todas sus frustraciones y busca compensación a sus insatisfactorias relaciones con los demás, tanto en su matrimonio como en su profesión. Y así, lo que parece una heroína dispuesta a luchar por el reconocimiento de su protegido resulta ser una enferma obsesionada por una quimera ya que el “niño prodigio” es incapaz de entender tanto racional como emocionalmente el sentido de las frases que pronuncia. La historia enseña que en tales casos los pequeños sueñen tener un futuro problemático como adultos pues se les ha robado traumáticamente la infancia al privarles de sus juegos, del gradual conocimiento del mundo, de la amistad de sus compañeros e incluso de una normal convivencia familiar.
Así pues, la vida gris y rutinaria de Lisa Spinelli no halla remedio en el objeto —olvida que se trata ante todo de un sujeto— de su veneración. Ella, fascinada y trastornada, es incapaz de objetivar sus pulsiones y sus actos: el secuestro del pequeño —su total apropiación— acaba contraviniendo las normas del parvulario e incluso las leyes penales del Estado.
Un final dramático aunque realista —sin que la imagen de Lisa llegue a aparecer en la pantalla— marca el triste desenlace de una historia que, en su desarrollo fílmico, habría necesitado un punto de vista más definido y unas matizaciones más rigurosas por parte del director. El relato tenía muchas posibilidades pero la mayoría han sido desperdiciadas.
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