(2) CLARA Y CLAIRE, de Safy Nebbou.

AMORES VIRTUALES
El título original del film es La que usted cree, adaptación de una novela de Camille Laurens, y el inventado para su explotación comercial en España viene a explicitar la doble personalidad de la protagonista —una profesora de Literatura encarnada por Juliette Binoche—, que acude a las redes sociales (Facebook) para crearse un perfil de chica joven y guapa —el de su sobrina— con el fin de vigilar al ex marido que la abandonó, con el resultado inesperado de contactar y acabar “colgada” de un amigo de éste.
Claire tiene 50 años, está divorciada y muestra una envidiable madurez física, es profesionalmente competente y goza de una estable posición económica. Pero se engancha a Internet porque se siente sola, frustrada e insegura. ¿Resulta verosímil su actitud? Instalada en la nube virtual puede imaginarse otra persona (Clara) abierta a nuevas experiencias gratificantes —desear y ser deseada desde el anonimato— sin darse cuenta de que su conducta carece de una sólida base realista y de que acabará siendo víctima de nuevos conflictos y desengaños.
La película interesa por su planteamiento inicial, totalmente enmarcado en estos tiempos tecnológicos. Pero este sistema de comunicación —una consagración de la mentira y la apariencia, sustentadas en la paradójica combinación de presencia y ausencia, de confesión y ocultación— crea adicción y suele funcionar al margen a unas mínimas exigencias éticas, empezando por las de honestidad y sinceridad.
El relato se apoya narrativamente en un par de flashbacks , los generados por el contacto de Claire con una psicoterapeuta, a la que confía su angustiosa e inestable situación. Pero el desarrollo de la idea se subordina al interés espurio de alargar el núcleo dramático inventando decisiones y situaciones artificiosas. Un ejemplo: los profesionales de la terapia psicológica no suelen —al menos, no deben— implicarse personalmente en la vida privada de sus pacientes.
La protagonista se ha creado, pues, un mundo ilusorio, totalmente imaginario, para compensar sus propias carencias y satisfacer en un ámbito puramente fantasmático sus íntimos deseos y primarias necesidades —tanto afectivas como eróticas—, no resueltas en su devenir cotidiano.
El paso del tiempo suele cambiar la perspectiva de los sujetos pero, en todo caso, siempre planeará en este concreto terreno el dilema de descubrir o no el juego iniciado: poner fin al simulacro y al goce correspondiente —arriesgándose al rechazo del otro— o seguir fingiendo para prolongar ese confortable mundo de ilusión.
El desarrollo del film acaba mostrando sus trampas y artificios, los atentados del guión contra una lógica elemental pone en evidencia la fragilidad de una base literaria que precisa de la constante invención de sorpresas fácticas y recovecos emocionales que mantengan la fidelidad del espectador alimentando la singularidad de la historia y la capacidad seductora de los personajes.
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