(3) LA CASA DE JACK, de Lars von Trier.

DIARIO DE UN ASESINO EN SERIE
Tan original como polémico, tan innovador en las formas narrativas como tendente a la provocación, el danés Lars von Trier no deja de sorprendernos y, a veces, irritarnos. Después de Rompiendo las olas (1996), Bailar en la oscuridad (2000), Dogville (2003), Manderley (2005), Anticristo (2009), Nymphomaniac (2013)… en su nueva película relata las criminales fechorías de un asesino en serie, Jack, ubicando sus sangrientas correrías en los Estados Unidos de los años 70.
El relato adopta el punto de vista del protagonista, aquejado de un “trastorno obsesivo compulsivo” (TOC) que a lo largo de doce años le lleva a provocar una gran cantidad de sádicas muertes, ejecutadas con total frialdad y gran ingenio, todas diferentes, a la vez que va exponiendo las patológicas razones y motivaciones de su perversa actividad.
Como todo lo relacionado con la psicopatía, el discurso de Jack es tan malvado como aparentemente coherente. Su incontrolable impulso de matar va unido al irresistible deseo de convertir en obra se arte cada episodio sangriento aunque el espectador es consciente de la falta de lógica racional en sus motivaciones, de la absoluta carencia de empatía con las víctimas, de las recurrentes manías, acentuada misoginia y profundo egocentrismo del enfermo actuante.
Es significativo que el tema del serial killer, que en el cine comercial es uno de los referentes morbosos más transitados, se convierta aquí en un vehículo para el sarcasmo y la subversión de los valores éticos socialmente admitidos, provocando la indignación del público, que incluso en algunos casos decide abandonar la sala de proyección. Este método rupturista ya fue empleado por Michael Haneke en sus dos versiones de Funny games. La explicación sería que en este relato de estilo no naturalista la extremada violencia, devenida insoportable, no viene justificada por las coartadas habituales: personajes catalogados en buenos y malos, identificación con el héroe positivo, desenlace tranquilizador acorde con la ley y la moral establecidas… Ahora el espectador ya no es confortado sino constantemente incomodado.
Pese a todo Lars von Trier reconduce el discurso hacia el terreno de una reflexión ética, muy particular y heterodoxa, sobre los conceptos del bien y el mal con referencia explícita al infierno y a determinados argumentos filosóficos esgrimidos por el personaje encarnado por Bruno Ganz. Y así, pese a la presencia en el reparto de estrellas como Matt Dillon y Uma Thurman, el film resulta muy corrosivo e inquietante con abundancia de planos tomados por una cámara al hombro, nerviosa y cercana a personas y objetos, con el resultado de una dinámica sensación de realismo que contribuye al logro del efecto deseado.
En este relato el realizador ha introducido numerosas citas de índole artística y cultural relativas al campo de la literatura, el cine —fragmentos de archivo—, la pintura y la música. Y no faltan quienes relacionan las peculiaridades temáticas y formales del cine del autor danés con su personal estado sanitario y especialmente con su inestable equilibrio psíquico, aludiendo a su tendencia a la depresión y a la ansiedad así como a sus personales adicciones.
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