(3) BORDER, de Ali Abbasi.

MONSTRUOS
Una de las películas fundacionales del género fantástico, dotada de notables dosis de realismo mágico, es Freaks (Tod Browning, 1932), entre otras cosas por introducir el tema de la persona “diferente” que se siente rechazada por una colectividad que desconfía de todo aquel que no se ajusta a la uniformidad, la corrección y las formas establecidas.
Por esa razón los protagonistas que aparecen lastrados por una tremenda fealdad, contrariamente a lo que es habitual en el cine convencional de Hollywood donde casi todos están dotados de una deslumbrante belleza física, suelen convertirse en víctimas propiciatorias en el desarrollo de dramas en donde son tratados como monstruos sometidos a discriminación y persecusión, aunque hayan procurado en vano integrarse en una sociedad que les teme, aleja o aniquila. Pensemos en títulos como La bella y la bestia (Jean Cocteau, 1946), El hombre elefante (David Lynch, 1980), Máscara (Peter Bogdanovich, 1984) o Monster (Patty Jenkins, 2003).
El debutante Ali Abbasi, un iraní de 37 años afincado en Suecia, procedente del campo literario, ha entrado con éxito en el cine —Border logró el premio a la mejor película en la sección “Un certain regard” del festival de Cannes 2018— dirigiendo la adaptación de una novela de John Ajvide Lindqvist, autor también del relato vampírico que sirvió de base para el film Déjame entrar (Tomas Alfredson, 2008).
La originalidad de Border descansa en diversos factores, uno de los cuales es su peculiar punto de vista narrativo, asumido esta vez por un ser monstruoso, la protagonista Tina, una agente de aduanas —border significa tanto “frontera” como “discriminación”— de deformado rostro que está dotada de un sentido especial del olfato que le permite detectar a viajeros portadores de sustancias prohibidas —drogas, pornografía infantil— o sujetas a tributación —licores—. Ella se enterará más tarde de que pertenece a una raza distinta, no humana, a una especie de trolls que son perseguidos por las autoridades y que están al borde de la extinción.
Film insólito e inquietante, provocador y subversivo, especialmente por su manera de abordar cuestiones como las de un amor tan delicado como bestial, una sexualidad tan apasionada como libre, una comida tan asquerosa como suculenta, etc. Todo contribuye a elaborar una singular reflexión sobre las nociones, relativas, del bien y del mal, inseparables de consideraciones llenas de contradicciones y complejidades. Tiene una enorme importancia en el film el maquillaje de la protagonista y de su compañero, inspirado al parecer en la imagen que se tiene de los neandertales, tan rudos y primitivos.
El lirismo habitual en muchas de las películas de este género —que sirve de poético contraste a la repulsiva deformidad— aparece muy limitado en este caso al prevalecer la tragedia del outsider o marginado que aquí no está condenado a convertirse en un criminal sino en una víctima inocente cuyo desarraigo existencial sólo encuentra una vía de escape en el descubrimiento de su propia identidad diferenciada.
Novelista y realizador han sabido crear un “universo paralelo” al nuestro, en difícil convivencia, en el que se permite introducir rasgos de ternura, sensibilidad y sentido ético. La lejana huella de La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968) puede rastrearse en esta inteligente parábola que logra romper los rígidos esquemas de los géneros cinematográficos —los moldes expresivos que configuran el fantástico, el terror y la ciencia-ficción— mediante la aportación de múltiples ideas y matices que enriquecen considerablemente el tema abordado. Recomendable.
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