(2) RAZZIA, de Nabil Ayouch.

CASABLANCA
Nabil Ayouch es un cineasta marroquí educado en París del que se había estrenado en España Ali Zaoua, prícipe de Casablanca (2000) y Los caballos de Dios (2012), dos interesantes películas testimoniales que provocaron su prohibición en el país y la persecución del realizador por ser considerado un ciudadano subversivo. En Razzia prosigue la senda emprendida y traza la historia de Casablanca —la ciudad costera atlántica donde reside— mediante las peripecias de cinco personajes que tienen en común sufrir el peso de la frustración en su lucha diaria por la libertad y por una satisfactoria realización personal.
El film lanza una mirada crítica hacia una ciudad y hacia una nación que no acaba de engancharse al tren de la modernidad, lastrada por atavismos, tabús y prejuicios ancestrales en medio de un clima social agobiante y frente al acoso de una religión islámica llena de prohibiciones. Hay en el relato dos momentos históricos clave: en los años 80 el gobierno impide al maestro de una escuela rural, situada en las montañas del Atlas, que enseñe a los niños en su propia lengua bereber con el fin de imponer el conocimiento oficial de un árabe normalizado e integrador. En 2014, los problemas se han multiplicado: valores patriarcales que obstaculizan la liberación de las mujeres, mantenimiento de las tradiciones ancestrales, desempleo juvenil, emigración, nula educación sexual, persecución de la homosexualidad, antisemitismo, idealización de la cultura occidental —el mito de Humphrey Bogart y del film Casablanca (1942), que en realidad se rodó en estudios de Hollywood—, la fallida “primavera árabe” de 2011 con las revueltas populares en demanda de cambios, de justicia y libertades…
El problema de Razzia es que constituye un mero catálogo enunciativo de cuestiones que aparecen encarnadas en personajes y en situaciones que carecen de la necesaria complejidad, con lo que el resultado es insatisfactorio, demasiado superficial y poco analítico. El choque entre aspiraciones individuales y la dura realidad cotidiana engendra malestar y unas frustraciones que la película sólo insinúa cargándolas sutilmente en el negativo papel del gobierno, con ausencia de imágenes explícitas de cargos políticos, clérigos musulmanes y fuerzas de seguridad. Una obligada prudencia. También los temas sexuales son tratados de forma discreta y alusiva, pasando tangencialmente sobre determinados sentimientos y conductas de carácter erótico.
La estructura fílmica utilizada determina las características de un relato que se limita a exponer un simple repertorio de temas y de preocupaciones sin un análisis riguroso de sus causas y de sus efectos en el individuo y en el conjunto de la sociedad. Todo ello hubiera demandado una distinta dramatización y una diferente puesta en escena de las historias entrelazadas en esta narración coral. Quizás así se habría alcanzado una riqueza y un rigor que no se dan en esta simple amalgama de desgracias individuales.
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