(2) APUNTES PARA UNA PELÍCULA DE ATRACOS, de León Siminiani.

DIARIO DE UN LADRÓN DE VALLECAS
Del realizador León Siminiani (Santander, 1971) no he podido conocer ni sus cortometrajes ni su primer largometraje (Mapa, 2012) pero se estrena ahora su segundo film, una hábil mezcla de documental y de ficción, una especie de deconstrucción del género negro —modalidad robos y atracos— explicitando sus mecanismos narrativos internos con el resultado de integrar la información sobre el caso real de un ladrón especializado en butrones —boquetes abiertos en paredes, techos o suelos para acceder a bancos o joyerías— en un relato presidido por la cordialidad y el buen humor, un todo desenfadado que permite hablar de comedia criminal —como El quinteto de la muerte o Atraco a las tres— pese a que uno de los principales puntos de coincidencia de los protagonistas —Elías el cineasta y Flako el butronero— sea algo tan humano y normal como la presencia de sus respectivas esposas e hijos pequeños.
León Siminiani confiesa ser adicto a las películas de atracos “perfectos” y por eso la referencia elegida en esta ocasión ha sido la emblemática Rififí (Jules Dassin, 1955), que narra la minuciosa preparación y cuidadosa ejecución de un “golpe” mediante butrón, delito asimilable a la serie de robos inteligentemente planeados que suelen fallar a causa de la codicia o de detalles imprevistos —ya se sabe que “el criminal nunca gana”— tal y como parodió Mario Monicelli en Rufufú (1958). Lo cierto es que Elías y Flako consolidan una relación como amigos y colaboradores —un fecundo intercambio entre literatura y cine que nos hace recordar al admirado José Giovanni— al relatar las peripecias reales de un butronero, buen conocedor de las alcantarillas madrileñas, que acaba siendo detenido, juzgado y encarcelado.
Al parecer, esta “profesión” de ladrones del subsuelo urbano suele transmitirse a familiares y colegas con todo el cúmulo de conocimientos y experiencias imprescindibles para llevar a cabo tal actividad. León Siminiani encontró casualmente al impropiamente llamado “El Robin Hood de Vallecas”, líder de la banda del Rayo, al que entrevistó en la prisión mientras éste intentaba escribir sus memorias y que una vez libre procedió a ocultar su identidad utilizando una máscara para cubrir su rostro. Flako llevaba a cabo sus andanzas delictivas mientras aparentaba tener una vida normal realizando trabajos regulares de poca monta.
La película es entretenida y bastante original. Su estructura obedece antes a una acumulación de diferentes sucesos —articulados a posteriori con una determinada intención discursiva— que a una rigurosa construcción fílmica unitaria. Aunque se agradece el acierto de haber encontrado un terreno neutral tan alejado de la ejemplaridad cívica como de la apología de la criminalidad.
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