(4) BURNING, de Lee Chang-Dong.

ORDINARIA LOCURA
Es una lástima que pase desapercibida entre nosotros esta fascinante película —se exhibe en un solo local de Valencia— ya que probablemente sea una de las más interesantes del año que finaliza. Burning es el sexto largometraje del surcoreano Lee Chang-Dong, literato y ex ministro de Cultura de su país, un cineasta del que únicamente nos han llegado Secret Sunshine (2007, en formato DVD) y Poesía (2010).
Basado en un relato del escritor japonés Haruki Murakami, el film ahora estrenado ha ganado el premio de la Crítica FIPRESCI en el festival de Cannes 2018. Se trata de una película de larga duración, como es habitual en su director —sin que sobre un solo minuto de su duración—, cuyo protagonista es un joven sin recursos, introvertido, con trabajos eventuales, que se enamora locamente de una chica sexualmente liberada e independiente y que envidia a un playboy sin escrúpulos al que considera responsable de haberle arrebatado a la muchacha.
Realizado con un gran talento cinematográfico, Burning transmite una mirada lúcida y sin concesiones sobre la traumática modernidad de la desequilibrada sociedad surcoreana, un análisis realizado con elementos de aparente sencillez pero generadores de una gran complejidad. Desemboca el film, pese a la sucesión de actos supuestamente inconexos, en un desenlace que nos lleva a considerarlo como un todo homogéneo, unitario y coherente. Abundan los eventos que tienen lugar fuera de la pantalla, aludidos elípticamente, y todos son ofrecidos a nuestra consideración más como episodios existenciales que como reflejos naturalistas, sin juzgar nunca su moralidad o conveniencia y evitando el recurso a los tópicos y obviedades habituales.
Esta sabia mezcla de crónica social, melodrama pasional y thriller con cierto grado de abstracción —arropada con un sutil pero poderoso aliento poético— me recuerda a las novelas (y películas adaptadas) de Patricia Highsmith, concretamente A pleno sol cuyo antihéroe Tom Ripley comparte muchos de los rasgos que caracterizan al de Burning, en concreto el uso de la violencia —el asesinato— como falsa resolución de un conflicto interior resultante de las frustraciones de un individuo de la clase subordinada que es canalizado hacia la agresividad y la usurpación de identidad en aras de una pretendida salvación personal.
El itinerario del protagonista hacia la alienación —la paranoia, el delirio obsesivo y la interpretación deformada de la realidad—, que desemboca en una acentuada locura, nos es mostrado con los instrumentos significantes del mejor cine contemporáneo mediante planos largos, un ritmo lento y la simple mostración de conductas, a menudo absurdas, con el propósito de que sea el propio espectador quien formalice su particular sentido del relato.
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