(3) INFILTRADO EN EL KKKLAN, de Spike Lee.

GOLPE AL RACISMO
Spike Lee es conocido por centrar su atención como cineasta en los avatares de los hombres y mujeres estadounidenses de su propia raza, la negra, pero especialmente por su compromiso militante a la hora de denunciar las humillaciones y abusos procedentes de los fanáticos defensores de la supremacía blanca en películas con claros planteamientos políticos como Haz lo que debas (1989), Malcolm X (1992), La marcha del millón de hombres (1996), Bamboozled (2000)…
En esta ocasión ha adaptado el libro autobiográfico de Ron Stallworth, el primer detective afroamericano destinado a la comisaría de Colorado Springs en los años 70 que logró infiltrarse en la secta local del Ku-Klux-Klan —en una arriesgada operación que él mismo planificó y en la que se limitó a utilizar su voz por teléfono mientras un agente judío, colega suyo, exhibía en público un aspecto físico nada sospechoso—, un personaje protagonista encarnado sobria y eficazmente por John David Washington, el hijo mayor del famoso Denzel Washington.
La película, Gran Premio del Jurado en Cannes 2018, es a la vez una acusación y una burla contra los excesos e injusticias aparejadas a la discriminación racial, la represión y la violencia contra los ciudadanos negros, una situación que perdura en lo fundamental 150 años después de que Lincoln aboliera legalmente la esclavitud. No es la primera vez que en el cine de género el camuflaje, el disfraz y la simulación son empleados para desarticular una organización criminal. Pero ahora Spike Lee ha aliviado los aspectos dramáticos de la desigualdad social y la lucha por los derechos civiles con una sátira repleta de detalles irónicos que se nutren de la exageración, el absurdo y lo paradójico de muchas actitudes —un estilo narrativo no ajeno al de Quentin Tarantino—. Se trata de ridiculizar al enemigo, aunque la mofa pueda derivar en una caricatura sin los necesarios matices.
Uno de los atractivos del film reside en que, aparte de constituir una crónica del pasado reconstruida con el lenguaje de la ficción, se intercalan en su discurso numerosas imágenes y diálogos de archivo con intención didáctica que revelan el tratamiento reaccionario que de la cuestión racial ha dado históricamente el cine de Hollywood, desde la seminal El nacimiento de una nación (D. W. Griffith, 1914) a los rostros de actores tiznados de betún y las comedias de los años 30, 40 y 50 en las que se ridiculizada a los personajes afroamericanos en papeles de criados miedosos, bailarines contorsionistas y supersticiosos campesinos.
La película termina con un breve flash documental que pudo captar el atentado de motivación nazi de Charlotteville (Virginia), en 2017, contra una manifestación de protesta ocupando la presidencia el impresentable Donald Trumb. Y ello sin olvidar los recortes de prensa, las fotos antiguas, determinados informativos de TV y los conflictivos años 60, con la persecución o asesinato de relevantes líderes como Martin Luther King, Malcolm X, Stokely Carmichael, Angela Davis y otros.
Infiltrado en el KKKlan atrapa la atención del espectador desde el principio —a lo que contribuye el tono festivo del relato y un mecanismo narrativo con suspense— aunque posiblemente la tensión y el interés decaigan un tanto en su tramo final cuando su fuerza testimonial y combativa va diluyéndose después de haberse planteado, aunque no resuelto, las cuestiones esenciales.
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