(4) COLD WAR, de Pawel Pawlikowski.

VIVIR ENTRE DOS MUNDOS
Segundo largometraje que nos llega de Pawel Pawlikowski (Varsovia, 1957) que, afincado en Inglaterra, cursó estudios y trabajó en el cine después de haber recorrido varios países de Europa occidental y antes de regresar a Polonia mientras rodaba Ida (2013), film galardonado con el Oscar a la mejor producción extranjera.
Cold War / Guerra fría tiene como eje narrativo la complicada historia amorosa de una pareja —profesor y compositor de música él, joven cantante y bailarina ella— que viven sus peripecias en el contexto histórico del enfrentamiento entre los bloques comunista y capitalista de la Europa dividida tras la guerra.
El film abarca un tramo temporal que va de 1949 a 1964 y ganó el premio al mejor director en el festival de Cannes 2018, confirmando así el gran talento de Pawlikowski, como puede comprobarse observando su utilización de las imágenes, los intérpretes, los encuadres, el montaje y la banda sonora de su último trabajo. La fotografía en blanco y negro de formato académico 1:1´33, casi cuadrado, sirve tanto para recrear el ambiente de la época posbélica como para expresar los aspectos dramáticos de la historia contada.
La fusión entre discurso intimista y concreto marco histórico-político nos remite tanto al mejor cine de un Andzej Wajda puesto al día —el caótico panorama social, la dictadura estalinista, la pesada carga del “telón de acero”, las numerosas traslaciones espacio-temporales, las contradicciones personales, la adaptación al medio traicionando las propias convicciones…— como al romanticismo de Casablanca (Michael Curtiz, 1942) con esa mezcla de dolor y nostalgia que pone al descubierto la trágica lucha entre el amor y el destino.
Pero toda la riqueza de ideas y sentimientos no es muestrada de forma explícita sino mediante sugerencias y elipsis que apelan a la libre participación del espectador para que reordene los materiales suministrados por el film y construya su propio relato. Lo que permite que la interpretación que cada uno realice pueda aportar una más amplia y profunda visión que la resultante de una primera lectura apresurada.
La complejidad de las relaciones personales, las numerosas huidas y retornos, las sucesivas estancias en tierras polacas, alemanas, francesas y yugoslavas cobran un sentido preciso después de saber que el guión está inspirado en la biografía de los padres del propio cineasta —a los que está dedicada la obra— cuyo itinerario íntimo y profesional se ha recreado en lo esencial. La pasión y la incompatibilidad —“ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio”— marcan la serie de encuentros y separaciones, de abrazos y despedidas que configuran el triste retrato de unos supervivientes.
Todo en la película exhala un cierto pesimismo existencialista —surgido tras la gran destrucción y mortandad provocadas por la II Guerra Mundial— con esa mezcla inconfundible de angustia y temor, de inseguridad y desesperación en el seno de un Estado policial donde medra un alto funcionario de cultura que añora una “raza pura” polaca que identifica con las mujeres de cabello oscuro, sarcástica alusión no sólo a los antiguos ocupantes nazis sino también, con mayor sutileza, a los patriotas nacional-populistas que gobiernan ahora en el país.
Es de destacar la rica y variada banda sonora de la película, dotada de un excelente acompañamiento musical que transmite emociones y da sentido a determinadas situaciones con selectos fragmentos de Chopin, Bach, Gershwin y bellos cantos procedentes del folclore popular polaco y ruso.
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