(3) THE RIDER, de Chloé Zhao.

VIVIR ENTRE CABALLOS
El cine norteamericano ha abordado con acierto y nostalgia en ocasiones la figura de los cowboys que, entrado el siglo XX, fueron perdiendo su identidad al convertirse su trabajo diario —la doma de caballos salvajes, la captura de reses y el transporte de rebaños— en una celebración festiva —los rodeos— donde los vaqueros se erigieron en héroes luciendo sus destrezas en espectáculos organizados por los empresarios y reducidos a meras competiciones deportivas.
La épica del western devino en negocio y los jinetes profesionales demostraron su orgullo y valor arriesgándose a ganar unos dólares bajo la amenaza de convertirse en víctimas de accidentes con graves lesiones medulares y la fractura de sus huesos. El mítico cine del Oeste había retratado una época y una nación ya desparecidas —las del siglo XIX— y encontró su ocaso como brillante género a finales de los años 50, antes de la llegada de sus emotivos restos crepusculares. Ahora todo se ha convertido en materia de estudio para sociólogos, historiadores y antropólogos.
The rider es el segundo largometraje de Chloé Zhao —guionista, directora y productora nacida en China y emigrada a Estados Unidos— y se inspira en hechos reales protagonizados por una familia “lakota” de una tribu sioux ubicada en una reserva. Brady, un joven vaquero, ya no podrá participar en rodeos por culpa de un trauma encefálico causado por el caballo bronco que montaba en un concurso. Pero aparte de los problemas económicos causados por la falta de ingresos, el film se interesa sobre todo por la postración psicológica del muchacho, herido en su autoestima, limitado en su profesión y castrado en sus aspiraciones. Esta es la situación de la gente pobre sin estudios, pegada a la tierra, en la América profunda (Dakota).
Premiada en los festivales de Cannes y de Valladolid, la película es una lograda fusión entre ficción y documental cuya parte interpretativa corre a cargo de actores no profesionales, unos “lakotas” encontrados en una reserva india que se limitan a repetir ante la cámara el oficio y las experiencias de su vida real. De ahí la sensación de autenticidad que nos transmite el relato.
Los veteranos cinéfilos pueden verse sorprendidos por el peculiar estilo del film ya que, habituados a la narrativa clásica del western con su exaltación de la masculinidad, la violencia de las acciones y su espíritu de leyenda, encontrarán en The rider las características de un cine independiente de “autor” que viene a alterar las reglas consagradas con la utilización de un ritmo moroso, algunas imágenes simbólicas y encuadres elaborados con criterios esteticistas, aunque se logre evitar todo sentimentalismo así como la identificación del espectador con el protagonista.
Y así, frente al estilo invisible y la cámara camuflada de los viejos maestros —Ford, Hawks, Wellman, Walsh…—, ya podemos percibir más explícitamente la mirada creadora de los realizadores/as.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.