(3) GIRL, de Lukas Dhont.

CUERPO Y MENTE
Últimamente hemos podido ver algunas películas protagonizadas por transexuales, una condición del ser humano que nada tiene que ver con los travestidos o transformistas, que muchas veces se limitan a representar el papel de personajes de ficción en los espectáculos. Éstos utilizan vestidos y maquillaje del sexo opuesto con el fin de lograr una determinada apariencia externa. Por el contrario, la transexualidad constituye un caso clínico que suele producir malestar y sufrimiento en los afectados, pues la anatomía corporal y la identidad sentida por el individuo se contradicen: los atributos genitales no se corresponden con las pulsiones, no sólo libidinosas, del sujeto. El único remedio posible, sin alcanzar seguramente la perfección, para resolver esta personalidad dual, la física y la mental, pasa por el tratamiento con hormonas y la intervención quirúrgica.
La transexualidad es una realidad genética aceptada modernamente —antes los afectados eran considerados locos o pervertidos—, cuando se ha comprendido que se trata de dos conceptos distintos: el sexo determina la adscripción a la masculinidad o la feminidad; el género es una cuestión mucho más amplia y compleja que incluye elementos como la voluntad, las costumbres, los gustos y el papel social desempeñado además del aspecto exterior y de la concreta genitalidad. El proceso de cambio para armonizar el sexo anatómico y la conciencia individual para alcanzar una identidad armónica y sin fisuras suele ser largo, difícil y doloroso.
La película Girl, debut en el largometraje de Lukas Dhont, aborda el caso de la transexual Lara, de 15 años, que ya ha iniciado con apoyo familiar su proceso de cambio anatómico y que se encuentra además con los trastornos propios de la pubertad, una conflictiva transformación biológica que la lleva a considerarse una extraña en un cuerpo que no considera el suyo y que la hace sentirse incómoda ante los demás. Pero su proyecto de convertirse en una bailarina profesional va a chocar con su físico inadecuado ya que nació siendo un niño.
La película, una coproducción entre Bélgica y Holanda, obtuvo varios premios en el festival de Cannes 2018 —sección “Un certain regard”— porque gustó el modo tan natural y cotidiano, sin tremendismo ni retorcimiento, con que expone un tema delicado. Aunque creo que lo único discutible es un final feliz que funciona como actitud solidaria pero que desentona un tanto con el profundo dramatismo del relato.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.