(3) TODOS LO SABEN, de Asghar Farhadi.

SECRETOS Y MENTIRAS
El maestro iraní Asghar Farhadi ha rodado en España su última película barajando con gran talento la crónica costumbrista, el drama familiar y el thriller con abundantes dosis de suspense a partir de un secuestro con petición de rescate. Ganador de dos Oscars, el realizador quizás había hecho ya obras más perfectas que la presente —con mayor equilibrio estructural y una más acoplada síntesis narrativa— porque resulta evidente que era difícil superar la excelencia demostrada en A propósito de Elly (2009), Nader y Simin, una separación (2011), El pasado (2013) y El viajante (2016).
Una vez más, el tema predilecto de Farhadi: el núcleo conyugal y familiar zarandeado por un acontecimiento sobrevenido que lo pone en trance de descomposición. Y de nuevo, también, su tremenda habilidad para conjugar la sencilla naturalidad del mundo recreado y retratado, el rigor expresivo de todos los planos —muy bien fotografiados por J. L. Alcaine— siempre con la función de suministrar conocimientos al espectador y un montaje imperceptible pero matemático que elude toda finalidad de relleno y evita los tiempos muertos sin funcionalidad alguna. El resultado, magnífico, es la solidez del producto y la riqueza psicológica de los personajes, en esta ocasión encarnados con gran acierto por un reparto excepcional, de verdadero lujo.
Nos hallamos ante un relato coral que recurre —lícitamente— a dos subterfugios literarios para urdir y desarrollar la trama: la boda en un ambiente rural y la súbita desaparición de una muchacha, dramático incidente que alterará radicalmente la armoniosa y festiva convivencia del colectivo humano que, al tener que quitarse la careta del disimulo y de un silencio contemporizador, dejará paso a las sospechas, los reproches, los agravios del pasado, la codicia y las diferencias hasta ahora camufladas entre clases y fortunas.
El director, en su constante afán de alcanzar el mayor verismo y objetividad, pasó una larga temporada en un pueblo hispano para observar, preguntar y documentarse antes de escribir el guión de Todos lo saben, percatándose de que no había diferencias esenciales entre la sociedad iraní y la nuestra. Por eso sorprende primero y se explica después la perspicaz mirada de este extranjero a la hora de captar la idiosincrasia de nuestros pueblos y campos, la cotidianeidad de sus tipos y costumbres: la Mancha, los viñedos, las bodegas, el vino…
La violencia y el misterio no son aquí elementos previamente codificados —inseparables de cierto artificio— para adscribir el relato a un determinado género cinematográfico sino que este concreto mecanismo narrativo sirve para desvelar las razones profundas de las conductas personales, prevaleciendo ante todo una actitud humanista en torno a la fraternidad y a sus dolorosas rupturas, utilizando el discurso del melodrama pero sin caer en la truculenta sensiblería de sus peores modelos.
Me queda la duda de si recortando unos 20 de los 132 minutos de este film, condensando o suprimiendo alguna de las secuencias, hubiera ganado en densidad, agilidad y sutileza. Nunca lo sabremos.
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