(2) EL CAPITÁN, de Robert Schwentke.

EL DESERTOR
En esta especie de mezcla entre la pieza teatral de Nicolai Gógol El inspector (1836), una sátira contra la burocracia, y la película de F. W. Murnau El último (1924), un magnífico drama en torno a la fascinación ejercida por los uniformes, Robert Schwentke —un cineasta alemán con una mediocre carrera en Hollywood— ha intentado dar la campanada con un cine comprometido y de calidad elaborando una “fábula sobre la miserable condición humana”, reafirmando la “banalidad del mal” y demostrando que el hábito sí hace al monje. Una desmedida pretensión.
El film narra la sangrienta peripecia de un soldado desertor retratando la angustiada vida de los alemanes en la retaguardia pocas semanas antes de la capitulación del III Reich ante las tropas aliadas. El relato está construido desde el punto de vista de un cínico, oportunista y cobarde individuo que logra erigirse en máximo protagonista de la arbitrariedad y la crueldad tras disfrazarse con el atavío militar de un capitán nazi y aterrorizar a todos alegando que es un enviado del mismo Hitler para mantener el orden y combatir la anarquía mientras se desmorona el frente bélico occidental.
Basada en hechos reales, la película cuenta la historia de Willi Herold, un paracaidista de 19 años que acabó siendo juzgado y ejecutado en 1946 después de haber asesinado a 170 personas. Un ejército en desbandada huyendo de la policía militar, el hambre, el terror y la brutalidad como circunstancias que explican la desmoralización general, el desesperado afán de supervivencia y también el disfrute de privilegios, comida y mujeres.
Excelente foto en blanco y negro que crea un clima tétrico de naufragio y devastación, tanto física como moral, en un film unánimemente alabado por los críticos pero que yo encuentro muy caricaturesco, hiperbólico, bastante inverosímil, artificiosamente alargado y dotado de un humor sarcástico que no encuentra el tono adecuado. Ustedes juzgarán.
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