(3) BUENOS VECINOS, de Hafsteinn Gunnar Sigurðsson.

EL ÁRBOL
He podido encontrar una decena de películas en torno a las relaciones conflictivas entre vecinos aunque el antecedente más claro y sintético de la que ahora me ocupa es un cortometraje con Stan Laurel y Oliver Hardy titulado Ojo por ojo (James W. Horne, 1929), una obra maestra en clave cómica que mostraba la furia destructora que se apoderaba progresivamente de dos hombres ofendidos tras un vulgar incidente y cómo de manera fría y sistemática procedían a destrozar un coche y una casa, propiedad de cada uno de los antagonistas.
En esta coproducción internacional ahora estrenada, básicamente islandesa, coexisten dos líneas narrativas que confluyen en algunos momentos: la de un joven infiel con problemas con su pareja y preocupado por la custodia de una hija, por una parte y, por otra, el progresivo encono entre los ocupantes de dos viviendas colindantes tras una simple discusión sobre un árbol del jardín que tapa el sol proyectando su sombra sobre la parcela del vecino. Con nocturnidad y alevosía, los daños causados por uno y otro van a más y del perjuicio económico se pasa a la ofensa moral y a la tragedia personal.
En esta película, premiada como la mejor en el Hampton International Film Festival, se sugiere la distinta importancia que tienen las divergencias afectivas en el seno familiar respecto a las fútiles razones que llevan a una guerra sin cuartel entre los residentes de una urbanización, cuya ira incontrolada sólo puede obedecer a un exagerado amor propio y a un incontrolado mecanismo neurótico que anula todo razonamiento. Las personas sensatas también pueden “perder los papeles”.
Pero esta película de ficción carecería del valor que tiene sin la buena labor de sus intérpretes y sin una ágil y perspicaz dirección, además de un riguroso retrato de caracteres que favorece su verosimilitud, porque en Islandia escasean los árboles —bajas temperaturas, actividad volcánica, tierras contaminadas con minerales corrosivos…— pero también se consideran muy necesarios y se valoran mucho la luz y el calor del sol, sin obstáculos generadores de sombras. Un difícil dilema a resolver.
Buenos vecinos muestra cómo se puede transformar una persona pacífica y educada en guerrero de una batalla campal y cómo la rutina cotidiana puede revestirse de thriller tanto por la incapacidad individual de controlar los propios instintos como por la hipocresía propia de una educación basada sólo en exhibir unas buenas formas que, a veces, esconden un tremendo egoísmo y un mar de pulsiones agresivas latentes.
Antes del rodaje se realizaron muchos ensayos con los actores y actrices para que se habituaran al entorno físico y maduraran sus personajes en contacto con los demás.
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