(3) WHITNEY, de Kevin Macdonald.

RIGUROSO BIOPIC
Al contrario de otros edulcorados biopics, el realizador escocés Kevin Macdonald —Tocando el vacío (2003), El último rey de Escocia (2006), La sombra del poder (2009), Marley (2012), etc.— no oculta los aspectos más oscuros y trágicos de la trayectoria profesional y humana de la que fue gran estrella del pop Whitney Houston (New Jersey, 1963-Beverly Hills, 2012), millonaria en discos vendidos y titular de muchos números uno en las listas de las mejores canciones.
Dotada de una voz privilegiada —excelente en las notas agudas y sólida en los tonos medios de la escala— Whitney había pasado por el coro de su iglesia, había acompañado a estrellas afro ya consagradas, había iniciado una fulgurante carrera discográfica en 1985 y llegó a la cima de la popularidad cuando protagonizó la, pese a todo, mediocre película El guardaespaldas (1992) con Kevin Costner.
Sus canciones habían dejado de lado los tradicionales gospel y soul para dedicarse a las más comerciales y melódicas baladas, a los standards cuajados de un romanticismo seductor y gratificante para toda clase de públicos. Su personal trayectoria se integró plenamente en el ámbito apolítico —el del show business— de los años 80, especialmente confortable para las élites negras que habían alcanzado los privilegios proporcionados por el dinero y la fama.
Whitney tenía la ventaja de estar rodeada o relacionada con primeras figuras de la música afroamericana: su madre Cissy Houston, su tía Dionne Warwick, Aretha Franklin… aunque también se topó con la codicia y el egoísmo de una jungla humana —su padre y su marido Bobby Brown— que quiso medrar a costa de la consagrada artista.
El documental está elaborado con abundancia y variedad de materiales de archivo: reportajes de TV, grabaciones de audio, films domésticos y, especialmente, entrevistas con personas que la trataron de cerca y durante largo tiempo. Y así, el relato es muy valioso y sincero al mostrar la prolongada y fatal decadencia de la cantante —abusos sexuales lésbicos en su adolescencia en el ámbito familiar, fuerte drogadicción, incómoda bisexualidad—, incapaz de regenerarse pese a sus intentos de desintoxicación.
Los admiradores suelen preguntarse qué les faltaba a las grandes estrellas que parecían tenerlo todo —Jim Morrison, Elvis Presley, Janis Joplin, Michael Jackson, Prince, Amy Winehouse…— para terminar de forma tan temprana y fatídica: la explicación es que no lo tenían todo porque llevaban dentro de sí a sus propios demonios y porque los paraísos artificiales que transitaban no señalaban el verdadero camino hacia la felicidad ya que no eran los adecuados para superar las carencias y los traumas del pasado. El resultado: una honda insatisfacción, una evasión equivocada y una progresiva autodestrucción.
“Nippy” —cariñoso apodo familiar— empezó a deslizarse por la pendiente, paradójicamente, cuando alcanzó la cumbre del éxito. Murió arruinada, físicamente destrozada, ahogada en la bañera y rodeada de psicofármacos en un lujoso hotel californiano el 12 de febrero de 2012.
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