(3) LLENOS DE VIDA, de Agnès Jaoui.

VICIOS PRIVADOS, VIRTUDES PÚBLICAS
Una vez más, los traductores de los títulos de las películas han mostrado su incompetencia o su mala fe al rotular como Llenos de vida la que originalmente era Plaza pública, imponiendo una exagerada dimensión optimista a lo que pretendía ser un relato desencantado, satírico y crítico hacia un sector de la sociedad francesa actual, integrado especialmente por profesionales y artistas —una especie de élite de la radio y la TV, de la comunicación y la fama, además de hombres de negocios— que se identifica como una moderna burguesía ciudadana alejada de los habitantes de “provincias” y que, en el film, se congregan en una amplia y lujosa villa campestre de los alrededores de París para celebrar una gran fiesta.
Todos los asistentes se dedican a representar sus papeles, a exhibirse públicamente, pero terminan exteriorizando también su lado oscuro, su auténtica manera de ser. Porque este aparente universo opulento, brillante y feliz presenta también sus grietas: la obsesión por el envejecimiento y el progresivo deterioro de las facultades físicas y mentales, los vanos esfuerzos para disimularlo —peluquín, maquillaje, vestidos, actitudes juveniles…—, la amenazante inseguridad laboral, la evidencia de la paulatina pérdida del poder de seducción, la asunción de posturas cada vez más conservadoras, el cinismo como arma defensiva, la ética sustituida por la eficacia…
La estructura de comedia coral —con unos 20 personajes entre los que sólo destacan un poco Hélène y Castro— ya fue utilizada, entre otros, por Luis Buñuel (El ángel exterminador, 1962), Blake Edwards (El guateque, 1968) o J. L. García Sánchez (Las truchas, 1978). En esta ocasión Agnès Jaoui y su pareja real Jean-Pierre Bacri, ella como directora, han escrito e interpretado con innegable talento y con mirada testimonial una radiografía colectiva —inserta en un flash-back total— llena de ligereza y de humor que intenta tapar sus verdaderas intenciones, bastante más serias, de examinar con realismo a la gente triunfadora para descubrir sus debilidades y sus fantasmas ocultos, aunque su decadencia no suponga el final definitivo de su mundo, como pone en evidencia el esperanzado final protagonizado por el muchacho y la chica que se sienten atraídos —siempre el amor— pese a sus diferencias de clase.
Llenos de vida no alcanza la maestría de la excelente Para todos los gustos (2000) porque el retrato de tantos personajes, quizá demasiados, no logra evitar la sensación de cierta superficialidad en el manejo de lugares comunes y en el carácter arquetípico de muchos de los congregados, lo que impide profundizar en el contraste de los estatus socio-económicos y en la diversidad de generaciones. Las fronteras no tienen su fundamento en el uso o no de las nuevas tecnologías, delicuescentes e intrascendentes por lo general, ya que no son capaces de sustituir el contacto directo, corporal, entre los individuos.
La unidad de lugar (la villa) y de tiempo (toda una jornada) permiten mostrar una sucesión de numerosos y breves encuentros personales y, por lo general, de banales conversaciones que se inscriben en una modernidad narrativa que descansa en la yuxtaposición de fragmentos de vida captados por la cámara aparentemente de forma espontánea y con absoluta naturalidad, cuyo aire frívolo e intrascendente es roto ocasionalmente por algunas frases más profundas y reflexivas.
A destacar una rica y variada banda sonora musical, con una agradable y evocadora selección de canciones y melodías.
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