(3) CASI 40, de David Trueba.

LAS ILUSIONES PERDIDAS
Premiada en el reciente festival de Málaga, esta comedia dramática de David Trueba (Madrid, 1968) incide en la ya tópica pero no por ello menos real “crisis de los 40 años”, la que marca el paso desde la juventud a la edad adulta, con la pérdida de la inocencia, el desencanto provocado por las malas experiencias y la sensación de fracaso ante las puertas de la madurez. Este film está protagonizado por los mismos intérpretes que encabezaron La buena vida (1996), la opera prima de David Trueba, aunque tanto Fernando Ramallo como Lucía Jiménez llevaban ya una decena de años sin trabajar en el cine. Las imágenes de sus rostros adolescentes aparecen ahora en un plano perteneciente a la cinta con la que debutaron 22 años atrás.
La mirada sobre el pasado es bastante melancólica y escéptica no sólo por los cambios físicos de los personajes sino también porque los ideales veinteañeros se han visto triturados por el peso de la realidad: Ramallo es un vendedor de productos cosméticos ecológicos y en la furgoneta de su empresa transporta ahora a Lucía —casada y con hijos— quien, tras un momentáneo éxito como voz solista de un grupo y la grabación de un disco, se limita a actuar en pequeños locales y en librerías como modesta cantautora acompañada de su guitarra. Ambos vivieron tiempo atrás un breve romance pero actualmente son sólo buenos amigos.
La película tiene todas las características del cine independiente y de autor tanto por la austeridad de su presupuesto como porque la mayoría de los recuerdos y experiencias que vemos parecen proceder de la propia biografía de su guionista y realizador. De todas maneras, la estructura del film es bastante clásica: el recorrido por diversas ciudades de Castilla sirven de marco espacio-temporal a los incesantes diálogos de la pareja que expresa así sus ideas y reverdece su memoria, todo ello en el interior de un referente argumental presidido por los afectos y los fracasos personales: amores, rupturas, desengaños, cambios de mentalidad, soledad… Los veinte años transcurridos son muchos para que no afecten a la caída del pelo, los kilos de más, la profesión, el estado civil, las novedades tecnológicas y la desaparición de antiguos objetos y de viejos hábitos barridos por la modernidad.
Casi 40 es un intento meritorio de hacer un cine sencillo, honesto, barato y entrañable, en parte por la voluntad de su principal responsable pero también por exigencias de un mercado —que impone la hegemonía del espectáculo, la acción trepidante, las escenas fantásticas, los caros efectos especiales, etc.— que no pone las cosas fáciles a quienes eligen el camino de la modestia y la sinceridad. Lástima que los diálogos no resulten siempre perfectamente inteligibles, ignoro si por la deficiente vocalización de gran parte de los jóvenes intérpretes españoles o por la escasa calidad técnica de los equipos de registro sonoro.
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