(3) TULLY, de Jason Reitman.

ESPOSA Y MADRE
El hijo de Ivan Reitman —Los cazafantasmas (1984)— se ha convertido en un cineasta de notable interés y modernidad. En efecto, el canadiense Jason Reitman nos ha deleitado con una serie de títulos —Gracias por fumar (2005), Juno (2007), Up in the air (2009), Young adults (2011), etc.— algunos de los cuales han sido realizados a partir de brillantes guiones de la especialista Diablo Cody, como sucede en esta ocasión.
Rodado en Vancouver y Nueva York, el film está protagonizado por Marlo, magníficamente encarnada por una Charlize Theron que ha engordado lo necesario para hacer verosímiles sus problemas psicológicos y las limitaciones a su autonomía personal causadas por el embarazo de su tercer hijo, el parto y la lactancia, circunstancias que no sólo afectan a su realización humana sino también a su sexualidad y a su autoestima. Ser ama de casa, esposa y madre —aparte del trabajo en una oficina cuando deba regresar a la misma—no es ningún privilegio sino que conlleva la ineludible obligación de afrontar una vida muy distinta a la soñada en la adolescencia y primera juventud, precisamente ahora que le ha sobrevenido la llamada “crisis de los 40”.
Tully es un film complejo y realista en torno a la condición femenina, las obligaciones del hogar, las responsabilidades de la maternidad y la angustia de estar perdiendo, con la madurez, la lozanía y el atractivo erótico de los añorados años de esplendor físico. Y todo ello a pesar de la ayuda que le presta Tully (Mackenzie Davis), la joven niñera de las noches que asume la función de desdoblamiento y contraste con el personaje de Marlo ayudándole a superar la depresión post-parto aunque sin poder evitar la comparación entre la una y la otra.
Rodada en escenarios naturales —la mayoría de escenas tienen lugar en el interior de una casa—, la película es una inteligente muestra de cine contemporáneo repleto de sugerencias, elipsis narrativas y sutilezas con una cámara que funciona como testigo imparcial que se abstiene de juzgar los conflictos humanos que se desarrollan ante su objetivo.
El realismo cotidiano del relato se permite, no obstante, algunas escenas de carácter onírico y simbólico, ubicadas en un medio acuático, pero viene a destrozar todos los tópicos del cine USA más conformista en torno al hogar, los hijos, la pareja, el confort material, etc. porque la ansiada felicidad parece incompatible con el exceso de trabajo, la rutina de cada día, así como los reveses y frustraciones que van surgiendo mientras el marido (Ron Livingston) se dedica a sus tareas profesionales y a entretenerse con videojuegos caseros, prestando sólo pequeñas ayudas en la crianza de los niños.
El matrimonio y la familia son contemplados con una honestidad y una lucidez poco habituales, pues muchas de las cuestiones aquí planteadas suelen omitirse en la mayoría de ocasiones porque la verdadera identidad y la falta de autonomía de las amas de casa son silenciadas a cambio de mostrar que cumplen ejemplarmente el papel que la sociedad patriarcal les ha encomendado. A la fuerza, en la mayoría de los casos, se imponen los sacrificios, las renuncias y las meras apariencias del deber cumplido, teniendo que asumir y adaptarse las mujeres a las exigencias de las sucesivas etapas de la vida, con los constantes cambios a que obliga el paso de los años.
La convivencia entre Marlo y de Tully es en general gratificante, de colaboración y de mutuo afecto, aunque no debe olvidarse que la diferencia entre ellas, su distinta situación personal, puede generar también amargas reflexiones.
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