(3) EL ORDEN DIVINO, de Petra Biondina Volpe.

MUJERES EMPODERADAS
Segundo largometraje de Petra B. Volpe —desconocemos su opera prima Dreamland (2014)— que, rodeada de un equipo técnico-artístico con abundancia de mujeres, ha realizado este contundente alegato feminista en clave de ficción sobre la lucha pionera de Nora, ama de casa y madre de dos hijos, que decide hacer proselitismo para conquistar el derecho al voto de la población femenina —logrado en 1971 mediante referéndum, rectificando por ello en 1981 la Constitución de 1874—pese a la burla y la oposición de sus maridos, vecinos, clérigos, políticos e incluso de numerosas esposas, en un contexto patriarcal enormemente conservador.
Nos ha causado pues una gran sorpresa el atraso aquí denunciado de un estado centroeuropeo como Suiza —una Confederación con 22 cantones y tres lenguas oficiales— cuya mentalidad profundamente tradicionalista se suele achacar a la obsesión ciudadana por el orden, el trabajo y la prosperidad económica, lo que ha convertido a la sociedad helvética en firmemente partidaria de un aislacionismo protector de sus privilegios, alejada de los peligros de una Europa potencialmente progresista e igualitaria. Ello explica que en las últimas décadas hayan ganado muchas de las elecciones generales partidos xenófobos e incluso de extrema derecha.
El film es un alegato feminista modélico tanto por la utilización de un lenguaje —narrativo y expresivo— diáfano como por la efectividad en la comunicación de las ideas expuestas, todo ello fruto de un estilo claro y contundente. El relato está bien documentado —un trabajo previo a la escritura del guión— y la ambientación es admirable. En El orden divino la vida privada y la pública son las dos caras de una misma moneda puestas al descubierto por un planteamiento político que empieza exigiendo para ellas el derecho al voto y termina reivindicando también la libre disposición femenina del propio cuerpo, la plena realización sexual y el derecho al goce carnal —se ve la portada y se sugiere la lectura de un libro de Betty Friedman—.
La revolución sexual y la plenitud de derechos civiles ya habían sido alcanzadas por los movimientos políticos y contraculturales de los años 60 en Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña. En este sentido, la riqueza material coexistía en Suiza con una miserable estructura social que marginaba a las mujeres, como si fueran del “tercer mundo”: las casadas no pudieron trabajar fuera del hogar sin el permiso expreso de sus maridos hasta la promulgación de una ley en 1988.
El film sitúa los hechos en un pequeño pueblo de habla alemana y su discurso puede parecernos algo elemental y desfasado pero también muy realista y eficaz. Los personajes son sencillos pero están bien diseñados y la película va avanzando con tanta solidez como coherencia. Su función didáctica es sobresaliente y amena, lo que facilita sin duda una mayor difusión. El tenue regusto panfletario de sus planteamientos queda compensado por el recurso al humor, aunque a alguno pueda parecerle demasiado optimista su desenlace.
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