(4) CARAS Y LUGARES, de Agnès Varda y J. R.

CINE Y FOTOGRAFÍA
La más reciente creación de la veterana cineasta Agnès Varda, que la ha dirigido con la colaboración del joven foto-instalador J. R., adopta la forma de road movie en la que una furgoneta —que sirve también de laboratorio para el revelado y ampliación de los retratos— realiza un largo itinerario por el norte de Francia (Normandía) y la Alta Provenza (los Alpes) en busca de tipos humanos y de paisajes que, además de activar recuerdos del pasado, dieran testimonio de la crisis, abandono y destrucción de pequeños pueblos, antiguas fábricas y una campiña que se han convertido ya en fantasmas de lo que fueron.
Agnès Varda (Bruselas, 1928), viuda del realizador Jacques Demy y precursora de la Nueva Ola francesa, ha demostrado una vez más su magisterio: parece que con cualquier material filmado es capaz de obtener excelentes resultados en el terreno documental gracias a su talento, su gran bonhomía, su acendrado sentido de lo lúdico, su evocador recurso a la nostalgia y sus arraigadas convicciones feministas. Una mujer entrañable, pues, que en esta ocasión dedica su esfuerzo a recorrer un paisaje tanto geográfico como humano para fotografiar a gente corriente y pegar en las fachadas de las casas grandes carteles con sus rostros sacándolos así del anonimato, haciéndolos destacar entre sus vecinos y, en todo caso, erigiéndolos en protagonistas de la vida cotidiana.
Caras y lugares, producida por su hija Rosalie mediante un proceso de crowdfounding —financiación colectiva mediante aportaciones voluntarias— ha recibido los premios al mejor documental en el festival de Toronto (Canadá) y a la mejor película en la Mostra Viva del Mediterrani (Valencia), habiéndose aprovechado su 90 aniversario para rendirle honores por su dilatada y brillante carrera (1955-2017), también en el campo de la ficción, en los festivales de Cannes y de San Sebastián además de concederle un Oscar honorífico.
Filmada sin un guión previo, obedeciendo los impulsos de la curiosidad y aprovechando las oportunidades facilitadas por el azar, esta singular película fue planteada con un claro afán experimental, a modo de improvisado collage de imágenes y encuentros personales facilitados por la casualidad.
Caras y lugares es también un autorretrato de la cineasta, que no disimula su deterioro físico y la progresiva pérdida de facultades, en especial la de la vista, sin renunciar por ello a su gran inventiva, vitalismo y humor. El rodaje fue muy lento, grabando sólo unos pocos días al mes, necesitada como estaba ella de reposar entre los diversos desplazamientos.
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