(4) LA CASA JUNTO AL MAR, de Robert Guédiguian.

REGRESO AL PASADO
Muy bien acogida en los festivales de Venecia (Italia) y de Toronto (Canadá), La casa junto al mar es la nueva película de un Robert Guédiguian que, junto a su habitual equipo actoral, observa la situación del mundo, reflexiona sobre el ser humano e intenta poner al día la vigencia de los antiguos valores de la justicia y la solidaridad en una sociedad privilegiada a la vez que adormecida por el egoísmo, la rutina y el consumismo.
En este relato coral, tres hermanos (Angèle, Joseph y Armand) se reencuentran al cabo de mucho tiempo en una casa familiar de la costa marsellesa (“La Villa” del título original) con la intención de estar con su padre, ya muy anciano y enfermo. Estamos en pleno invierno y el paisaje aparece desolado, casi desierto. Ellos recuerdan con nostalgia los veranos de su infancia y juventud, cuando aún tenían ilusiones y frecuentaban el modesto restaurante paterno destinado a la clase trabajadora.
En la película —una de las mejores de su autor— uno de los principales ejes narrativos está constituido por el paso del tiempo que no sólo envejece los cuerpos y los rostros sino que también va cambiando las mentes y deteriorando los sentimientos —deseos, afectos, amores…—. Se materializa así la mirada del realizador, que percibe que el paraíso de antaño —la hermosas calas mediterráneas— se ha convertido en un simple negocio inmobiliario.
La honda humanidad de los personajes y el tono poético sustituyen cualquier dogmatismo político y evitan el crudo panfleto que el film pudo ser, hecho con una gran economía narrativa y repleto de emociones que se acentúan con el naufragio de los inmigrantes magrebíes perseguidos por la policía, entre ellos una niña y dos niños —como los protagonistas— que les impulsan a replantearse el estado de las cosas y la vigencia de ciertos valores, casi olvidados, como la fraternidad. Lejos de todo maniqueísmo y pesimismo, surgen la esperanza y la necesidad de actuar.
La nostalgia no es para el director un sentimiento paralizante y conformista —breve escena tomada de su film Qui lo sa? (1986)— sino que, al contrario, es el sensato “realismo” el que provoca casi siempre los temores y la parálisis en unos tiempos en que “los pensamientos son de derechas mientras los sentimientos se inclinan hacia la izquierda”.
La canción de Bob Dylan “I want you” pone los pelos de punta.
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