(3) ALMA MATER, de Philippe Van Leeuw.

LOS HORRORES COTIDIANOS DE LA GUERRA
Del director de fotografía, guionista y realizador flamenco Philippe Van Leeuw (63 años) se estrenó de tapadillo y pasó desapercibido en Valencia su primer largometraje, El día en que dios se fue de viaje (2009), magnífico relato sobre el genocidio de Ruanda en 1994 con la masacre de los tutsis a manos de los hutus. Ahora nos llega la excelente coproducción franco-belga Alma mater, rodada en Beirut (Líbano) y premiada por designio del público en los festivales de Berlín, Sevilla y Copenhague.
Toda la película transcurre en el interior —con algunas vistas de la calle— de un apartamento de Damasco donde viven escondidos, aunque no se libren de ser acosados, una familia y algunos vecinos del edificio mientras del exterior les llega el ruido de los tiros y de las bombas. La guerra generalizada se sitúa fuera de campo, ajena al objetivo de una cámara que se traslada con gran movilidad en un reducido espacio captando el miedo y el sufrimiento de los allí refugiados.
Los planos de larga duración contribuyen a reforzar su papel testimonial, a mantener la tensión —la angustia ante las llamadas en la puerta— y a implicar al espectador en el conflicto aunque la película tenga una dimensión prioritariamente humanista, no políticamente partidista, sin que dejemos por ello de percibirla como una denuncia de la indiferencia internacional: el rechazo europeo de los exiliados sirios que huyen de la sangrienta violencia propiciada —aquí de modo implícito— por la dictadura de Bachar Al-Assad.
En Alma Mater todo está concentrado gracias a la unidad de espacio (el piso) y de tiempo (24 horas), adquiriendo la situación del grupo encerrado y asediado una dimensión simbólica alusiva al desigual enfrentamiento civil que se desarrolla fuera, en todo el país, del que se proporcionan sólo algunas elípticas indicaciones. Francotiradores, explosiones, patrullas incontroladas, muertes, violaciones, saqueos… se pueden ver o simplemente atisbar en este film tan breve como duro y sin concesiones. Y que plantea además algunos dilemas morales que atormentan tanto a los personajes como a los espectadores: en una situación límite ¿debe prevalecer el afán de supervivencia o el deber de la solidaridad? El egoísmo siempre reclama la victoria del instinto de conservación y esta terrible alternativa se lanza como un obús sobre la conciencia y la pasividad de todos nosotros.
Al logro de este interesante film contribuye principalmente la protagonista —que destaca dentro de un relato de carácter colectivo—, encarnada por la actriz palestina Hiam Abbass, una especie de “madre coraje” brechtiana en un contexto básicamente femenino que deja a los hombres un cometido secundario. Muy sobria y expresiva la música de Jean-Luc Fafchamps —en una banda sonora con abundancia de diálogos—, que ayuda a transmitir los sentimientos de injusticia, rabia e impotencia que el realizador desea expresar.
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