(3) THELMA, de Joachim Trier.

LA VERDADERA NATURALEZA DEL PECADO
Esta producción noruega es la tercera obra que nos llega de Joachim Trier —tras las interesantes Oslo, 31 agosto y El amor es más fuerte que las bombas, de 2011 y 2015 respectivamente—, un joven cineasta que cursó estudios en Gran Bretaña como alumno de Stephen Frears y que es un aplicado cinéfilo que dice haberse inspirado para hacer Thelma en determinados rasgos del cine de Alfred Hitchcock, de David Cronenberg, de Tomas Alfredson y del terror italiano de los años 70, aunque los antecedentes más fácilmente detectables sean Repulsión (Roman Polanski, 1965), El exorcista (William Friedkin, 1973) y Carrie (Brian de Palma, 1976), notándose en especial la poderosa influencia del escritor Stephen King.
Premiada en los festivales de Sitges, Mar del Plata y Toronto, Thelma tiene como protagonista a una muchacha que manifiesta anomalías mentales desde su infancia, trastornos de la personalidad que pueden deberse tanto a factores hereditarios como a una enfermedad epiléptica idiopática, una disfunción neurológica que provoca repentinas convulsiones acompañadas de amnesia y cuyas causas son de orden psíquico y no fisiológico aunque siempre de origen desconocido. Este padecimiento es más frecuente en la adolescencia y en la película surge probablemente como resultado de la represión sexual —sus padres son de una religiosidad marcadamente puritana— que la afecta de manera inconsciente: tiene fantasías con una serpiente, se ve inmersa en el agua, sus pulsiones eróticas son incontrolables, etc. En su caso, la negación de sus instintos más básicos se torna traumática cuando se siente atraída lésbicamente por una amiga de la universidad, una poderosa turbación que parece resolverse finalmente cuando ella vive con naturalidad sus inclinaciones sentimentales y sexuales.
La película mezcla hábilmente —con bellas y sugerentes imágenes en formato scope— el naturalismo y el onirismo, la realidad exterior y el imaginario de la muchacha, aunque el director muestra todos los acontecimientos sin distinciones formales, a un mismo nivel expresivo —aparte de algunos flashbacks que nos remiten al pasado— lo que explicita la confusión mental de Thelma. En su infancia ya muestra sus problemas con su rara conducta alejada de toda lógica y empatía, posee poderes telequinésicos y, en cierto modo, aparece como la encarnación del mal. El film constituye pues una variante del cine de terror, el psicológico —ansiedad, pánico, angustia, miedo irracional—, que parece ser el preferido por los relatos fantásticos de los países nórdicos.
La universidad de Oslo se convierte en el lugar donde —lejos de la familia— ya es factible superar los traumas de la niñez y de la pubertad para iniciar el camino hacia la madurez y la autonomía personal. Posiblemente la diversidad de referencias, la mezcla de géneros y el incontrolado torrente de ideas vertidas en el film no encajen a plena satisfacción y por eso no llegue a alcanzar unas mayores cotas de calidad.
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