(3) LA VIDA LLIURE, de Marc Recha.

POR TIERRA, MAR Y AIRE
Hemos tenido la suerte de poder ver la práctica totalidad de la obra fílmica del realizador catalán Marc Recha (L’Hospitalet, 1970) y la placentera contemplación de El cielo sube (1991), L’arbre de les cireres / El árbol de las cerezas (1998), Pau i el seu germà / Pau y su hermano (2001), Les mans buides / Las manos vacías (2003), Dies d’agost / Días de agosto (2006), Petit indi (2006) y Un día perfecto para volar (2015) autoriza a considerar a su autor como uno de los más rigurosos y exigentes representantes del genuino “cine independiente” hispano cuyo trabajo al margen de la gran industria pone en permanente peligro no sólo la posibilidad de estreno de sus películas sino también la rentabilidad de los mismos y, por tanto, el futuro profesional del director.
Pero, armado de talento y de audacia, Marc Recha ha proseguido su camino y en La vida lliure (2017) nos ofrece un producto fascinante e inteligente que ha logrado rodar sin apenas presupuesto en sólo 17 días y con una fotografía scope en blanco y negro.
Una vez más un ambiente campestre, unos niños protagonistas, gente ordinaria y un palpable amor por la Naturaleza… alimentan un guión propio que recoge experiencias autobiográficas, asume ecos literarios de Josep Pla, Albert Camus y Robert L. Stevenson y no olvida, desde luego, las lecciones cinematográficas de Fritz Lang —Los contrabandistas de Moonfleet (1955)— y de Alexander MacKendrick —Viento en las velas (1965)—, entre otros ilustres cultivadores de la fecunda relación entre infancia y aventuras.
La vida lliure presenta como protagonistas a la pequeña Tina —cuya voz en off determina el punto de vista narrativo— y a su hermano menor Biel, sus andanzas en la isla de Menorca al final de la I Guerra Mundial —mostrada mediante fragmentos documentales y fotografías— y un ambiente social dominado por la penuria económica y la gripe de 1918 además de la presencia de un contrabandista con su yate y su joven amante. Significativos son los papeles de un tío de los hermanos que se encarga de labrar los campos de un terrateniente y, sobre todo, el de Rom —Sergi López— como un solitario y bohemio personaje que entretiene a los niños con sus historias así como la evocación de la madre ausente, emigrada a Argelia en busca de trabajo.
Playas, bosques, nubes, un pequeño tesoro escondido, la mezquindad de algunos adultos, la prosaica vida cotidiana y el descubrimiento de la muerte como el fin de la inocencia. Un relato que estiliza la expresión fílmica, sintetiza el paso del tiempo y logra combinar con acierto la mirada neorrealista sobre el mundo con la dimensión poética de un intimismo mostrado con enorme contención y delicadeza. La música de la banda sonora, apropiada, es de Pau Recha, hermano del realizador.
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