(3) EL HILO INVISIBLE, de Paul Thomas Anderson.

TORMENTOSO IDILIO ENTRE COSTURAS
Nos llega el octavo largometraje de ese cineasta tan personal y aplicado que es Paul Thomas Anderson (California, 1970) quien, en esta ocasión, ha ejercido como productor, guionista, director y fotógrafo de un drama que, de forma intencionada, resulta poco halagador para su protagonista, un famoso modisto británico de alta costura de los años 50 llamado Reynold Woodcock, un personaje de ficción inspirado en Cristóbal Balenciaga y en su relevante trabajo en el campo de la alta costura, en este caso diseñada en exclusiva para la aristocracia, las celebridades y los magnates. En el film, Woodcock destaca en el oficio que le enseñó su madre y es ayudado en el negocio por su meticulosa y autoritaria hermana Cyril que administra la pequeña empresa familiar donde se diseñan y cosen los vestidos de manera artesanal, pausadamente, en dos plantas de un tradicional edificio londinense.
El protagonista es un soltero contumaz, maniático, autoritario, obsesivo, egocéntrico, unos rasgos neuróticos que le impiden expresar sus sentimientos. Pero su ordenada vida sufre una conmoción cuando conoce y se interesa por Alma, la camarera de un restaurante venida de un país del Este europeo, a la que convierte en su modelo y amante. La vida sexual de la pareja, sin embargo, discurre totalmente fuera de la pantalla, como si el guión hubiera evitado expresamente entrar expresamente en los aspectos más problemáticos de la vida íntima de la pareja.
Todo transcurre en medio de un clima bastante asfixiante y enfermizo, con la inquietante presencia y el persistente recuerdo de las mujeres de la familia —la hermana y la difunta madre, principalmente —, como sucedía en la atormentada y “gótica” Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940). Alma, por su parte, parece dispuesta a escalar una buena situación social plegándose al extraño carácter del modisto pero inventando un perverso modo de hacerse indispensable: envenenarlo ligeramente para poder cuidarlo y ganarse así su aprecio.
Muy buenos los decorados y la fotografía a la hora de recrear el ambiente de rigidez y de cierta claustrofobia que necesita el relato ya que la mayor parte de las escenas discurren en interiores, especialmente en la casa-taller de Woodcock, lugar clave para la vida tanto profesional como privada de los personajes. Y excelente la interpretación de Daniel Day-Lewis como modisto psicológicamente complejo, seguramente víctima de tempranas represiones y de un complejo de Edipo que le paraliza.
Un film digno, bien realizado, con una notable banda sonora musical a cargo de Jonny Greenwood, integrante de la banda de rock alternativo Radiohead, que ha utilizado también trozos de partituras clásicas, y con una dimensión de documento social que muestra las elitistas costumbres de las clases acomodadas inglesas tras la etapa de escasez y racionamiento impuesta tras finalizar la II Guerra Mundial. Aún así, ya se anuncia en la película el cambio de gustos ocurrido en los años 60 y la consiguiente crisis de la moda de la alta costura con el prêt-à-porter y la irrupción de aires más democráticos traídos por el laborismo y el free cinema, el teatro de los jóvenes airados y el pop-rock con las figuras emblemáticas de Mary Quant (la minifalda) y de The Beatles. Una curiosa película donde se narra una gozosa liberación interior a través del dolor y la crueldad.
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