(2) CALL ME BY YOUR NAME, de Luca Guadagnino.

IDILIO ESTIVAL EN LA CAMPIÑA ITALIANA
Cargada de premios, reconocimientos de la crítica y éxito en las taquillas nos llega la nueva película del siciliano Luca Guadagnino —Yo soy el amor (2009) y Cegados por el sol (2015)—, adaptación algo libre de la novela homónima de André Aciman llevada a cabo por un equipo de guionistas entre los que destacan James Ivory y Robin Campillo, con rodaje en celuloide de 35 mm.
Con influencias estilísticas de L. Visconti y de B. Bertolucci, pero también de J. Renoir y de E. Rohmer, Call me by your name narra el idilio entre dos muchachos en vacaciones, que transita desde la sensualidad del coqueteo a una sexualidad explícita mientras el relato va demorando su culminación, quizás para ver incrementado y al fin manifestado el deseo de ambos, por inseguridad, por indecisión o para sortear todo atisbo de frivolidad.
El film se plantea como una evocación de pasado por parte de Elio —un joven de 17 años—, del momento mágico en que despertó su pulsión erótica por la presencia de Oliver, un recién graduado de 24 años, discípulo de su padre —profesor estadounidense de cultura greco-romana clásica—, cuando todos ellos pasan los meses de verano de 1983 en una villa campestre de Lombardía, en el norte de Italia.
El punto de vista narrativo es asignado por el autor de la novela —un gran admirador de Marcel Proust, para quien el recuerdo de un tiempo ya perdido cobra un valor fundamental— a Elio que, en un contexto de heterosexualidad, dirige sin embargo su deseo hacia Oliver, aunque parece finalmente, tras la despedida, el drama de la separación definitiva tras su breve pero intensa relación no va a impedir que los personajes regresen junto a sus compañías femeninas aún asumiendo su bisexualidad.
Los protagonistas están bien encarnados por los actores Timothée Chalamet y Armie Hammer. Este último, 7 años mayor, es realmente el seducido y al que la cámara parece enfocar con una mayor delectación. Se trata, pues, de una variante homosexual de la habitual historia en torno a un primer amor —casi siempre sublime, idealizado— que logra aquí combinar hábilmente la pasión con el romanticismo. El tono de Call me by your name es una mezcla de lírica exaltación amorosa y de nostalgia del paraíso perdido, una fórmula ya utilizada acertadamente con parejas heterosexuales en Esplendor en la yerba (Elia Kazan, 1961) y en Verano del 42 (Robert Mulligan, 1970).
La película, como es lógico, es una materialización de la mirada del director, por encima incluso de la que proporcionan los textos de referencia, constituyendo la expresión —en algunos casos no consciente— de sus propias ideas y afectos en torno a los protagonistas y a las situaciones que ellos están viviendo: modo de encuadrar, gestos y poses corporales, utilización de ciertas frases, etc. Aquí todo se desarrolla en un contexto especialmente hedonista, refinado y culto: música, libros, arte, paseos en bicicleta, baños en el río, siestas, el luminoso verano… sorprendiendo la actitud liberal, poco habitual, de un padre muy comprensivo y tolerante con la experiencia gay de su hijo, manifestando incluso la envidia —él reprimió sus impulsos de joven— por su fortuna al haber podido mantener una intensa y feliz relación amorosa que nunca olvidará. Aunque el cariño no sólo proporcione bienestar y placer sino también el dolor de la despedida.
El problema de esta generalmente alabada y galardonada producción, brillantemente realizada, rozando quizás es esteticismo— surge cuando el entusiasmo de tantos espectadores no es compartido por quien, desde otra perspectiva personal, permanece distanciado de la trama erótica del film, cuando la frialdad analítica se impone a las emociones provocadas por la identificación del espectador.
Muy cuidada la música de la banda sonora: canciones pop de los años 80 y fragmentos de composiciones clásicas completan la partitura original de Sufjan Stevens.
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