(3) QUÉ FUE DE BRAD, de Mike White.

SUEÑOS Y REALIDADES
De Mike White —actor, guionista, productor y director— hubo ocasión de ver su debut como realizador en un lejano pase televisivo de Year of the dog (2007), aunque antes ya había destacado con sus guiones, especialmente el de The good girl (2001), un film del portorriqueño Miguel Arteta. Su predilección por las personas ordinarias, los grandes sueños nunca alcanzados y la frustración humana se hace también muy patente en Qué fue de Brad (2017) donde un profesional de edad mediana hace un balance de su propia existencia, considerándose un fracasado pese a tener una familia estable, una sólida situación económica y un hijo especialmente dotado para la música. Desde Sacramento (California), Brad Sloan viaja a la costa este de Estados Unidos (Boston) para buscar universidad para su vástago, que le acompaña, y se siente un perdedor al imaginar que sus antiguos compañeros de estudios han triunfado, son famosos y viven como millonarios.
Ben Stiller encarna magníficamente al protagonista, que compara sus ilusiones juveniles con la realidad actual, un adulto que se siente frustrado —la crisis de los 40— y envidia a sus colegas. Aunque las cosas resultan no ser tan idílicas como él cree. La relación de Brad con su hijo es uno de los pilares importantes del relato, que me ha parecido muy interesante en cuanto a la riqueza de sus observaciones y la sensatez de sus reflexiones. El utópico “sueño americano” deja paso a la aceptación de la normalidad cotidiana, sin obsesiones inútiles, y se concede la importancia merecida a los vínculos afectivos, especialmente en el momento en que el joven estudiante va a separarse de sus padres, a veces excesivamente protectores.
Me ha gustado la complejidad de la película, la diversa catadura moral de los personajes y la influencia del contexto social —entre otros elementos—, contemplado todo desde el punto de vista de un ciudadano demasiado condicionado por los valores dominantes del éxito y la fortuna antes de percatarse de que éstos no son los ingredientes principales de la felicidad. El tono aparentemente ligero del relato, propio de una comedia agridulce, disimula la seriedad con que está contemplada la vida americana. El film hace pensar.
El relato está lleno de apuntes y de sugerencias: la costumbre de aparentar y de hacer saber a amigos y conocidos lo bien que nos va todo, publicitando en las redes sociales nuestro éxito aunque no sea cierto del todo; la insatisfacción de no poder alcanzar las altas metas a que se aspira y que la colectividad considera imprescindibles; el naufragio personal sobrevenido tras examinar y comparar el propio estatus con el de los más privilegiados; la falta de seguridad en uno mismo; la subordinación de la ética a los beneficios; los peligros de un exceso de ambición que genere una ansiedad patológica…
La voz en off de Brad expresa con frecuencia sus más íntimos pensamientos y sus equivocadas apreciaciones mientras algunos planos en flashback materializan sus fantasías. Todo conduce a pensar que lo único importante es estar vivo y comportarse con una sencilla humanidad.
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