(3) LOS ARCHIVOS DEL PENTÁGONO, de Steven Spielberg.

INFORMACIÓN Y PODER POLÍTICO
Abundan en el cine estadounidense las buenas películas sobre el periodismo y también sobre la guerra de Vietnam. Steven Spielberg ha sabido conjugar los dos temas en esta oportuna e interesante producción sobre la información, oculta o falsa, negada o proporcionada por todos los gobiernos USA desde la II Guerra Mundial —cuando el país del sureste asiático estaba bajo el dominio colonial de Francia— hasta el mandato del presidente Richard Nixon, apodado “El tramposo”. Pero una filtración de documentos secretos a periodistas del diario The New York Times y de The Washington Post, en 1971, permitió saber que la persistente manipulación de datos obedecía a la estrategia de la Guerra Fría anticomunista y que la contienda armada nunca se podría ganar. El resultado: 68.000 soldados USA y unos millones de civiles y guerrilleros nativos muertos. La última escena de la película muestra el descubrimiento del espionaje republicano en la sede demócrata con ocasión de las elecciones a la Presidencia, asunto conocido como el caso Watergate (1972), llevado al cine por Alan J. Pakula en Todos los hombres del presidente (1976), que provocó la destitución de Nixon. Este escándalo fue también divulgado especialmente por el mismo periódico de la capital estadounidense.
De Los archivos del Pentágono son protagonistas dos excelentes intérpretes: Meryl Streep —como Katharine Graham, presidenta del consejo editorial de The Washington Post entre 1969 y 1979— y Tom Hanks —como Ben Bradlee, director del mismo rotativo—. Hubo competencia entre muchos periódicos de la nación para dar a conocer antes el contenido de los archivos secretos político-militares pero un juez —a instancias del gobierno, en aras de la seguridad nacional— prohibió la publicación de los datos, aunque finalmente el Tribunal Supremo sentenció que la libertad de expresión era un derecho fundamental amparado por la primera enmienda de la Constitución. Katharine Graham era una viuda hogareña y propietaria de The Washington Post, un modesto diario regional sumido en una seria crisis económica, que se atrevió a desafiar el ambiente conservador en que se desenvolvía y las presiones oficiales para decidir ponerse al servicio de la verdad y del interés general del pueblo norteamericano. Un ejemplo de honestidad a imitar en las relaciones entre empresa, prensa y ciudadanos. Ella fue también una pionera como mujer al ocupar un cargo importante en un mundo financiero dominado por los hombres, terminando por convertir su compañía en un negocio muy rentable.
Los méritos de Steven Spielberg son numerosos: dominio técnico de la cámara, soberbio montaje, apropiado ritmo, magnífica dirección de actores, fidelidad a la época en cuanto a decorados, objetos, vestuario, etc., riqueza psicológica de los personajes principales y brillante presencia de los secundarios y rodaje en celuloide de 35 mm. en busca de un mayor realismo imitando el look del cine de los años 70, a lo que hay que añadir la estupenda música de John Williams.
El realizador nos ha dado una nueva lección de cine aunando calidad narrativa, solidez industrial y buen espectáculo además de haberse responsabilizado de este justo homenaje al periodismo independiente, consciente de su responsabilidad ética y profesionalidad, especialmente meritorio por ocupar una mujer un importante y decisivo puesto directivo. Todo ello sin olvidar la taquilla, haciendo un film no sólo ideológicamente comprometido —de talante demócrata-liberal— sino también destinado a grandes audiencias. Para ello ha utilizado recursos estilísticos del género de suspense y de tramas judiciales sin olvidar algunas recetas sentimentales de probada eficacia ya presentes en la mayoría de películas del afamado director.
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