(3) EL JOVEN KARL MARX, de Raoul Peck.

DEL IDEALISMO A LA CONSTRUCCIÓN DE UNA CIENCIA SOCIAL
De Raoul Peck —economista, político, cineasta y profesor de origen tahitiano— sólo hemos podido conocer el excelente documental sobre el racismo I am not your negro (2016). Ahora, con guión suyo escrito junto a Pascal Bonitzer y Pierre Hodgson, ha llevado a cabo la difícil tarea de divulgar un conjunto de elevados conceptos y de complejas teorías mediante imágenes y situaciones propias del relato cinematográfico, acogiéndose al género biográfico (biopic), para narrar las incesantes actividades —entre 1843 y 1849— de dos jóvenes burgueses con vocación de revolucionarios: Carlos Marx (1813-1883), ayudado por su esposa Jenny, y Federico Engels (1820-1895).
Marx se dedicó al periodismo tras terminar su tesis doctoral, se trasladó a Berlín y fue expulsado sucesivamente —por agitador y subversivo— de Alemania, de Francia (París) y de los Países Bajos (Bruselas) hasta establecerse definitivamente en Londres (1849). Engels era hijo de un rico industrial textil y facilitó a su amigo medios de subsistencia y datos precisos sobre la Revolución industrial en Manchester, aparejada a las míseras condiciones de vida de los asalariados, a quienes ellos definieron como “proletariado”. En 1848 estallaron conflictos en varios países —básicamente impulsados por los liberales, con limitada participación obrera— en unos momentos de dominio de las monarquías absolutas repuestas tras la Revolución francesa, de crisis económica, de abundante desempleo, de carestía de los alimentos y de carencia de derechos y libertades.
El difícil trabajo de Marx y Engels se desarrolló pese a la represión policial y la censura en la prensa. En los años que abarca la película, ambos se dedicaron ya a rechazar las ideas sociales dominantes —de carácter esencialmente moral— para transformarlas en una ciencia empírica no sólo con la intención de interpretar la realidad sino también de cambiarla. Su radicalismo les enfrentó a otras tendencias contemporáneas como los jóvenes idealistas hegelianos, los socialistas utópicos y los anarquistas. Fueron más allá de las concepciones románticas, el sentimentalismo bondadoso, los principios religiosos, la utópica fraternidad universal y la retórica inoperante para alcanzar una objetividad analítica basada en la experiencia y en los hechos concretos. Establecieron una estrategia destinada —cuando fuera posible— a lograr la hegemonía del proletariado —el famoso lema “Trabajadores de todo el mundo, uníos”— mediante la lucha de clases, la abolición de la explotación laboral e incluso, finalmente, la desaparición del Estado como entre opresor. La gestación de su plan, entendido como un proceso lento y costoso, se llevó a cabo en el seno de la Liga Comunista en 1847.
El film, rodado utilizando el alemán, el francés y el inglés, subraya especialmente la labor investigadora y didáctica, no sin fuertes polémicas, de los dos colegas, citando someramente la publicación de sus libros y artículos en prensa: La sagrada familia, La ideología alemana, La miseria de la filosofía, el Manifiesto Comunista y otros, hasta que Engels editó El capital —obra fundamental y de larga elaboración— tras la muerte de Marx. Para ello utilizaron como conceptos básicos las relaciones de trabajo, los salarios, los costes de producción, los precios, la inversión empresarial, el valor real de las mercancías —revisando la Economía liberal— y la generación de “plusvalías” por la mano de obra que, sin embargo, eran acumuladas en exclusiva por el capital, por los propietarios de las fábricas.
Marx y Engels sentaron la necesidad de establecer una organización obrera y de combatir a sus enemigos de clase con el propósito de acabar con un mundo injusto, cruel, violento y explotador. Para ello definieron el “materialismo histórico”, lejos de todo aditamento dogmático y metafísico, mediante el empleo de forma rigurosa y dialéctica de los saberes aportados por la historia, la sociología, la filosofía, la economía y la política.
Pero sus deseos y profecías no se han cumplido. Menospreciaron la fuerza del capitalismo y las poderosas armas de que dispone, ignoraron la importancia de la cultura y de la conciencia socio-política (la superestructura) y descuidaron los sutiles mecanismos de la conducta individual, los complejos y a veces contradictorios recovecos de la mente humana, el poder de las pulsiones del instinto y el conservadurismo ligado por naturaleza a todo interés egoísta. Freud llegaría 50 años después.
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