(3) COLUMBUS, de Kogonada.

ARQUITECTURA CON TRASFONDO HUMANO
Aunque todas las enciclopedias consultadas citan a Columbus como la capital del estado de Ohio (USA), en algunas reseñas cinematográficas se indica que la ciudad que da título al film pertenece al estado de Indiana. Lo cierto es que esta próspera metrópolis del norte de Estados Unidos, cercana a los grandes lagos, destaca por su sensacional marco arquitectónico modernista —que hace de espléndido decorado natural— con abundantes edificios diseñados por ilustres profesionales y caracterizados por la belleza de sus formas, la novedad de sus materiales, la diafanidad de sus espacios y la funcionalidad de sus estructuras.
El elemento humano que deambula entre tantos admirables edificios públicos se limita esencialmente a dos parejas: un joven coreano (Jin) que permanece en el lugar tras sufrir su padre —un veterano arquitecto y profesor instalado en la universidad local— una repentina y grave indisposición, por la que es hospitalizado, y una joven (Casey) que aparca sus propios proyectos vitales para trabajar en la biblioteca y atender a su madre, psíquicamente inestable y necesitada de compañía.
Esta producción estadounidense, de gran belleza y elegancia formal, es una relevante muestra de ese cine aparentemente sencillo, modesto y austero —la perfección de unos planos sintéticos y equilibrados como base de un admirable estilo narrativo— que ya ha sido definido como “independiente y de autor”, en esta ocasión libre y de calidad. Se trata sin embargo del primer largometraje —muy bien recibido en el festival de Sundance— de un famoso creador coreano de vídeos vanguardistas que en esta película ha desempeñado las funciones de guionista, director y montador y que trabaja con el nombre artístico de Kogonada.
Los personajes y sus relaciones aparecen tan sólo sugeridas al principio pero conforme avanza la narración el espectador puede ir conociendo la solidez de sus caracteres y la profundidad de sus conflictos internos. La música está a cargo de un tal Hammock y se adapta perfectamente al tono intimista y al ritmo pausado de este relato lleno de sutilezas. Tan delicado como sugerente, resulta ideal para paladares fílmicos educados y exigentes.
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