(2) MUCHOS HIJOS, UN MONO Y UN CASTILLO, de Gustavo Salmerón.

EXTRAVAGANTE RETRATO FAMILIAR
Gustavo Salmerón (Madrid, 1970) ha trabajado como actor de cine —más de 30 películas— y de teatro, realizó el premiado cortometraje Desaliñada (2001) y ahora ha decidido dirigir un largometraje —un relato coral, un trabajo colectivo— contando con la colaboración de su propia familia y del abundante material de archivo procedente de peliculas caseras rodadas de forma amateur a los largo de los últimos 14 años. El resultado es un singular film que mezcla autobiografía y comedia de ficción, documental surrealista y esperpento, apoyado todo en la figura central de Julita, la madre del director, un personaje construido como vitalista, estrafalario y divertido que ha aprovechado para ello sus dotes para contar historias y ocurrencias adquiridas tras muchos años dedicados a la docencia escolar.
El guión fue evolucionando y reelaborándose conforme iban cambiando las circunstancias de la vida real, reflejando así de un modo quizás no del todo previsto la biografía de la protagonista, los avatares de su familia y la historia de España en general, pasando de la pobreza al “milagro económico” y de éste a la actual crisis financiera que obliga a los Salmerón a abandonar, para saldar las deudas con un banco, el castillo que habían hipotecado —evocación de los marqueses de Leguineche de las últimas entregas de Luis Gª Berlanga—.
El modelo de este film han sido posiblemente las dos películas que Paco León ha hecho con su madre Carmina, de gran impacto popular y buenos resultados en taquilla aunque en esta ocasión se evidencie una construcción formal más caótica, una caprichosa progresión narrativa y cierto artificio en el desarrollo del relato, fruto de la improvisación, de la mezcla de verdades y mentiras, de la presencia de situaciones inventadas y de observaciones exageradas.
Premiado en el festival de Karlovy Vary (República Checa) y presentado en los de Hampton (Inglaterra), Toronto (Canadá), San Sebastián y otros, Muchos hijos, un mono y un castillo alude también a los asesinatos perpetrados en la Guerra Civil, el paso desde la barroca imaginería religiosa al agnosticismo, la obsesiva conservación de objetos inútiles —el llamado síndrome de Diógenes—, la quiebra económica y el desahucio del castillo-vivienda… La película pretende ser también una crónica testimonial pero para ello le sobra incoherencia y desenfado, pese a la explicita intención de Julita de “buscarle un sentido a la vida”. Aunque se pasa un rato realmente ameno entre la sorpresa y el disparate.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.