(4) ¡LUMIÈRE! COMIENZA LA AVENTURA, de Thierry Frémaux.

LOS ORÍGENES DEL CINE
Recopilación de 108 películas de 50 segundos de duración —la extensión de cada rollo de soporte fotográfico—, perfectamente restauradas, de las más de mil que entre 1895 y 1905 realizaron los hermanos Auguste (1862-1954) y Louis Lumière (1864-1948), quienes siguiendo las instrucciones y con la ayuda de su padre Antoine —propietario de una factoría de materiales fotográficos en Lyon— fabricaron tanto las cintas de celuloide recubiertas de una emulsión de sales de plata —sensible a la luz— como unas cámaras “reversibles” utilizadas tanto para la filmación como para la proyección de sus cortas películas, generalmente obtenidas mediante una sola toma.
Pero el logro de la fotografía en movimiento y su proyección sobre una gran pantalla ante un gran número de espectadores fue el resultado de un largo proceso en el que intervinieron diversos científicos e investigadores: Muybridge, Marey, Reynaud, Edison, etc. Los hermanos Lumière, sin embargo, fueron capaces de culminar toda una serie de avances técnicos descubriendo y utilizando fundamentales recursos expresivos como los improvisados travellings, la profundidad de campo, el primer plano, el montaje interno (sintético) dentro del encuadre, la composición transversal (dinámica) del plano, el contraste entre zonas claras y oscuras en la imagen, rudimentarios efectos especiales, etc. La mayoría de los hallazgos fueron fruto de la casualidad o de la mera intuición pero los teóricos sostienen que ya fue preciso plantearse determinadas cuestiones sobre la puesta en escena antes de proceder al rodaje.
Los Lumière descubrieron que el cinematógrafo, además de un invento científico, un aparato, también constituía un espectáculo y podía ser un negocio, aunque de limitado alcance —Georges Meliés quiso comprar la patente sin conseguirlo—. La primera sesión pública de cine tuvo lugar el 28 de diciembre de 1895 en el sótano del Grand Café de París con sólo 35 asistentes. Pero el éxito no tardó en llegar. Al año siguiente enviaron a varios camarógrafos —Alexandre Promio, Gabriel Veyre, Georges Hatot y otros— a diversas partes del mundo para que captaran imágenes de lejanas tierras y de gentes exóticas. Se había codificado así el documental, que gustaba mucho a los espectadores. Vistos hoy estos pequeños filmes, su valor de testimonio histórico es extraordinario: nos maravilla la autenticidad de una ya lejana época con sus peculiares cuerpos y rostros humanos, vestidos, objetos, casas, calles, paisajes, costumbres… La cámara se limitaba a captar “la vida” tal como era.
Principal artífice de esta recopilación ha sido Thierry Frémaux, su productor, guionista, director, montador y narrador, con sus bien documentados comentarios didácticos que se disfrutan y agradecen —explicaciones sobre encuadres, movimientos de cámara y de personas, innovaciones técnicas, hallazgos de estilo, etc.—. Sus cargos de director del festival de Cannes y del Instituto Lumière de Lyon le hacen sobradamente competente en su cometido, habiendo contado con la colaboración de Bertrand Tavernier en la producción y de Martin Scorsese como fugaz figurante. Y el músico francés Camille Saint-Saëns (1835-1921) ha sido el elegido para acompañar con sus composiciones las fascinantes imágenes de los hermanos Lumière.
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