(3) HACIA LA LUZ, de Naomi Kawase.

IMÁGENES Y PALABRAS
De la estimable cineasta japonesa Naomi Kawase (Nara, 1969) sólo habíamos tenido ocasión de conocer 3 de las 9películas por ella realizadas: El bosque del luto (2007), Aguas tranquilas (2014) y Una pastelería en Tokio (2015). Ahora nos llega Hacia la luz, previamente exhibida en los festivales de Cannes —premio del Jurado Ecuménico—, Toronto y Valladolid, que es a la vez un relato naturalista y una metáfora sobre las distintas maneras de apropiarnos del mundo real, a veces complementarias, ya sea través de las imágenes percibidas por la mirada o mediante el poder de la imaginación.
Protagoniza el film el personaje de Misako, una joven encargada de describir los aspectos visuales de las películas proyectadas para personas ciegas recurriendo a la explicación verbal de los paisajes, el movimiento de los actores, las expresiones faciales, las formas y colores, etc. para provocar su recreación mental en aquellas personas incapaces de percibir los diversos contenidos y matices de las imágenes. La radio —puro sonido elaborado con palabras, ruidos y silencios— ha intentado a veces asumir esta función sugerente de las formas creadas por la luz, inaccesibles para los invidentes.
Pero cine y literatura son dos lenguajes radicalmente distintos que sólo pueden coincidir en su función utilitaria, finalista. Los signos icónicos y los verbales pueden aludir al mismo objeto pero lo hacen de forma muy diferente. El contraste dramático aparece en el film a través del fotógrafo que está perdiendo la vista, un sentido esencial para su trabajo profesional e incluso para su misma vida. Por eso su historia de amor con Misako me resulta algo desvaída y pobre.
Película delicada, sensible, humanista y con pretensiones poéticas, Hacia la luz es un drama intimista, estilizado, sobriamente expresivo, que nada tiene que ver con la hipertrofia sentimental, a veces truculenta, de los clásicos folletines. Y eso a pesar de relatarnos una tragedia vital —el camino hacia la oscuridad—que sirve tanto para exaltar la excelencia del cine —recreación y reflejo de la realidad— como la belleza exultante del mundo que nos rodea.
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