(3) BYE BYE GERMANY, de Sam Garbarski.

DESPUÉS DEL HOLOCAUSTO
De Sam Garbarski (Múnich, 1948), afincado en Bélgica desde 1970, sólo conocíamos la estupenda Irina Palm (2007) hasta llegarnos ahora una adaptación de dos novelas de Michel Bergmann, inspiradas en hechos reales vividos por su familia, que también se ha encargado del guión. El relato se ubica en el Francfurt (Alemania) de los años 40, primero durante la guerra y luego cuando un grupo de supervivientes judíos de un campo de exterminio organizan un negocio de venta ambulante de ropa del hogar con el fin de recaudar fondos para poder emigrar a Estados Unidos.
La película se estructura en dos bloques temporales que se van alternando: por una parte los años de la contienda y del III Reich, con un antiguo comerciante muy hábil contando chistes que se convierte en bufón de sus carceleros para poder sobrevivir en el infierno e incluso gozar de ciertos privilegios; por otra, el interrogatorio a que es sometido el ahora jefe de la nueva empresa de “viajantes de comercio” —el antiguo humorista— por parte de una agente judía integrante del ejército USA ocupante. Las relaciones profesionales y personales de uno y otra son quizás lo menos logrado de toda la cinta.
Bye bye Germany documenta las circunstancias reales que tuvieron lugar bajo el imperio nacional-socialista alemán. La coexistencia de tragedias y calamidades, tanto personales como colectivas, durante el Holocausto —muchas de las cuales fueron silenciadas después por los verdugos y por las víctimas— con la obligada colaboración de algunos judíos con sus carceleros para procurar mantenerse vivos se explicó por la necesidad o la conveniencia de eludir los duros castigos por parte de unos y de olvidar el exterminio y las humillaciones por parte de otros. En todo caso fueron muchos los que blanquearon luego sus biografías para no ser condenados o para tranquilizar sus conciencias.
Se procura aquí evitar todo esquematismo de buenos y malos de una pieza. En realidad se deja la crueldad nazi en un segundo término para ocuparse principalmente de la idiosincrasia hebrea, contemplando con mucha ironía y abundantes bromas la propia condición étnica y sus peculiares maneras de ganarse la vida. Un estilo reconocible que ha sido denominado “humor judío”, consistente en abordar con un tono tragicómico y con cierto fatalismo las seculares desgracias del pueblo “elegido”. O sea, un resignado masoquismo atemperado por la inteligtencia en forma de sarcasmo y de sátira punzante: recordemos algunas películas de Ernst Lubitsch, Billy Wilder, los hermanos Marx, Jerry Lewis o Woody Allen.
En esta ocasión se evita la simplificación mostrando la picaresca y la estafa como modos de supervivencia en unos tiempos post-apocalípticos marcados por la escasez, la corrupción, el estraperlo y los negocios sucios. Unos turbios tiempos de postguerra que han sido abordados con acierto por el cine de Billy Wilder, Carol Reed, Jacques Tourneur, R. W. Fassbinder o Steven Soderbergh. En el film que comento intervienen bastantes profesionales judíos: el guionista, el director y algunos actores, entre otros. Por cierto, los intérpretes están dirigidos de forma magistral, procurando que la caricatura no sea demasiado burda o que se vuelva autocomplaciente.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.