(2) REPARAR A LOS VIVOS, de Katell Quillévéré.

TRANSPLANTE DE CORAZÓN
Este tercer largometraje de la realizadora de origen africano Katell Quillévéré (Costa de Marfil, 1980) es adaptación de una novela homónima de Maylis De Kerangal (2014) y constituye un canto a la vida cuyo núcleo narrativo es un trasplante de corazón: el donante es Simon, un chico de El Havre, surfista, que fallece en un accidente de tráfico; la receptora es Claire, una mujer parisina con insuficiencia cardíaca condenada a morir.
El film es resultado de los avances de la moderna bio-medicina y pretende hacernos reflexionar sobre los aspectos científicos, poéticos y metafísicos de la existencia humana, centrando su atención en la materialidad y trascendencia del cuerpo como sujeto-objeto que cobra todo su sentido entre el nacimiento y la muerte.
Los espectadores más sensibles se sentirán posiblemente incómodos ante las imágenes de las operaciones quirúrgicas —incisiones en el tórax, extracción e implante del corazón, corte de las arterias, circulación de la sangre, etc.—, que están simuladas y reproducidas en un estudio con asesoramiento de cirujanos.
El film abarca el breve periodo de 24 horas y adopta un estilo vinculado al documental, aunque en la biografía de los protagonistas y de sus familiares se observa el predominio de un humanismo muy ligado a resortes de carácter sentimental.
Reparar a los vivos es una película que da la impresión —equivocada— de estar patrocinada como propaganda por el ministerio francés de Sanidad, tal es la pericia técnica y el clima afectuoso con que se describen las estancias y los servicios hospitalarios. Pese a todo, resulta positiva la presencia en el reparto de Emmanuelle Seigner —la madre del adolescente muerto—, la música de Alexandre Desplat y la canción final Five years de David Bowie.
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