(2) ABRACADABRA, de Pablo Berger.

ADIÓS AL MACHO
Abracadabra es una palabra cabalística gnóstica (siglo II) utilizada para curar o evitar ciertas enfermedades mediante el conjuro de los buenos espíritus. Esta concepción ajena a la racionalidad liga con el cine poco común y nada rutinario de Pablo Berger (Bilbao, 1963), quien tras Torremolinos 73 (2003) y Blancanieves (2014) se ha embarcado en una singular aventura fílmica.
Su nueva película es el resultado de una mezcla totalmente independiente y arriesgada de distintos géneros y estilos aunque sean perceptibles sus conexiones con el costumbrismo hispano de Pedro Almodóvar, Santiago Segura y Álex de la Iglesia y, en este caso particular, con algunas comedias de Woody Allen, aquellas llenas de referencias paranormales como es el caso de La rosa púrpura de El Cairo (1985) o de Magia a la luz de la luna (2014).
En Abracadabra se ha huido del naturalismo para narrar la incómoda convivencia entre el ama de casa Carmen y su marido Carlos, una típica familia de clase trabajadora que habita en el madrileño barrio de Carabanchel. Ella tiene que soportar el carácter machista y garrulo de su compañero pero una sesión casual de hipnosis cambiará la personalidad de este hombre, convertido en un esposo atento y hacendoso tras sufrir una especie de ataque de esquizofrenia que terminará dando sentido a esta fábula feminista en favor de la liberación de la mujer.
Llena de referencias a lo fantástico sin dejar de mostrar el clima y los ambientes de los años 80, la película se inspira en una reconocible realidad cotidiana —tipos, escenarios, relaciones, etc.—, está dotada de una fotografía de colores contrastados y viene animada por un buen reparto encabezado por Maribel Verdú, José Mota y Antonio de la Torre además de estar acompañada por una banda sonora con antiguas canciones populares entre las que también figura alguna “horterada” de éxito.
Ingenioso y entretenido, el film plantea sin embargo una cuestión teórica nada fácil de resolver: también la comedia alocada y del absurdo —véase la obra de los Hermanos Marx— requiere un rigor en la construcción y una coherencia narrativa incompatible con el “todo vale”. No hay que confundir la brillantez y la imaginación de un relato con la mera sucesión de “ocurrencias”. Porque sólo el talento puede canalizar a satisfacción la libertad creadora.
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