(1) UNA CITA EN EL PARQUE, de Joel Hopkins.

ELOGIO DE LO CAMPESTRE
La película Nunca es tarde para enamorarse (2008), del británico Joel Hopkins (Londres, 1970), fue un perfecto antecedente de la nueva ahora estrenada, una comedia romántica optimista y sentimental que afirman estar inspirada en hechos reales, lo cual no garantiza la calidad de un producto, que depende básicamente del interés de las propuestas aportadas por un lenguaje fílmico riguroso y coherente.
El film narra el encuentro de dos maduros personajes, muy distintos el uno del otro, que viven en el barrio londinense de Hamstead Village, dotado de un gran parque de uso muy popular. Emily es una viuda —con un hijo mayor al que ve poco— agobiada por las muchas deudas que le ha dejado su infiel y manirroto marido. Donald, en cambio, es un bohemio de aires hippies que se resiste a abandonar la cabaña y un pequeño huerto que ha adquirido por prescripción temporal tras una larga ocupación y al que los financieros pretender desahuciar para construir nuevos y rentables edificios para viviendas.
Pese a los diferentes caracteres de los protagonistas —encarnados por Diane Keaton y Brendan Gleeson—, su estima mutua va en aumento y acaban felizmente juntos y enamorados. Relato amable y entretenido, Una cita en el parque sigue el estilo vitalista y libertario del cine de Frank Capra que, en esta ocasión, se materializa en una existencia campestre, independiente y nada consumista, con alimentos procedentes de la pesca y del cultivo de vegetales, electricidad autogenerada y agua de un pozo.
Este panorama bucólico, con comidas campestres sobre la hierba en el bosque, viene completado por las visitas a la tumba de Karl Marx en el cementerio de Highgate. Todo bastante previsible pero contado con una gran corrección académica, con encuadres, montaje, fotografía e interpretación perfectamente orquestados para alcanzar el éxito entre amplias audiencias.
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