(1) ATÓMICA, de David Leitch.

ESPÍAS EN BERLÍN
Muy alabada por los críticos posmodernos, caracterizados por sus delicuestes criterios ideológicos y estéticos, Atómica me ha decepcionado profundamente porque es una película hecha con una sólida base industrial —fotografía, efectos especiales, escenarios, etc.— pero que destaca por inscribirse en uno de esos apartados más subculturales del cine de género: el llamado de “acción”. Aquí el entramado de espías es un mero ropaje con el que se intenta justificar el uso y abuso de tiros, peleas, persecuciones, litros de hemoglobina, asesinatos, traiciones, doble juego, un par de escenas lésbicas y, sobre todo, la presencia de la atractiva Charlize Theron en el papel protagonista de Lorraine Broughton, invencible y expeditiva agente del MI6 británico.
Adaptación de la novela gráfica La ciudad más fría de Anthony Johnston y Sam Hart, Atómica es el típico film de gran espectáculo lleno de reclamos y artificio, en el que prevalecen los tópicos, las simplezas y la violencia más exagerada, aunque por desgracia todo este tinglado se monta en torno a algo histórica y políticamente tan serio como la caída del famoso Muro de Berlín (1989) y el hundimiento del comunismo en todo el bloque de países de Europa del Este.
Un montaje trepidante —con muchos planos de menos de un segundo de duración, algo extenuando para no pocos espectadores— y una banda sonora que utiliza sin pausa a los más exitosos y estimables grupos y canciones de los años 80 caracterizan a Atómica, donde la heroína logra compaginar milagrosamente el glamour con una potencia mortífera realmente prodigiosa. Joseph Losey, en pleno auge de James Bond, utilizó la ironía y variados elementos pop en Modesty Blaise (1966) para retratar a una agente encarnada por la actriz Monica Vitti, aunque son muchos los que opinan que fracasó en el empeño. Atómica destaca, por el contrario, por sus muchos excesos, incluso por utilizar algún artilugio tecnológico que en esta época ni podía imaginarse.
En esta ocasión hay estopa para todos, para los rojos y para los ministerios y departamentos de inteligencia occidentales. Y algunos comentaristas que durante años denunciaron la propaganda anticomunista en plena Guerra Fría, ahora consideran esta película como un lúcido retrato sobre la confusión y la corrupción en la Alemania Oriental, Berlín incluido. Sorpresas te da la vida.
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