(4) SIERANEVADA, de Cristi Puiu.

UNA FAMILIA RUMANA
Del cineasta Cristi Puiu (Bucarest, 1974) sólo conocíamos Aurora, un asesino muy común (2010) tras su salida al mercado en formato DVD. Ahora sabemos que es un excelente realizador, a la altura de su compatriota Cristian Mungiu, tras el estreno de Sieranevada, un relato que se ubica en los días del atentado islamista contra la revista francesa Charlie Hebdo y con ocasión de la ceremonia funeraria tradicional que conmemora los 40 días transcurridos desde el fallecimiento de un padre de familia que reúne a parientes, amigos y allegados para celebrar una comida especial, con la visita ritual de un pope ortodoxo que recita un responso en memoria del difunto.
Una vez más, la reunión de personas de tan diversos caracteres, sentimientos e ideologías convierte el evento en una inacabable discusión de todos contra todos, descubriéndose secretos y mentiras —infidelidad conyugal—, rencores y envidias, diferencias irreconciliables en creencias religiosas y políticas —la vida eterna, el terrorismo musulmán, la etapa comunista de Ceaucescu, etc.—. Durante tres horas, una cámara llevada al hombro persigue a una decena de personajes que van entrando y saliendo de campo o desapareciendo tras las puertas, en el interior de un pequeño apartamento decorado con vetustos objetos, salvo un par de salidas al exterior.
Podemos contemplar uno de los modelos más representativos del cine “moderno” —el de los largos planos-secuencia, el de las tumultuosas escenas de carácter coral, el de los diálogos inaudibles o que se solapan y se vuelven incomprensibles— cuyos remotos antecedentes estilísticos podríamos encontrar en el innovador Plácido (1961) de Luis Gª Berlanga. Una clase de narrativa que solapa los artificios del montaje analítico, haciendo coincidir al máximo el tiempo cinematográfico con el real, con escasas elipsis, y que requiere muchos ensayos antes de proceder a un rodaje más rápido que el realizado al modo clásico.
Este film claustrofóbico retrata un microcosmos humano que viene a representar a la sociedad rumana en su conjunto, al menos a cierta clase media cuyo portavoz sería Lary, un médico que emerge del grupo para moldear el curso de los acontecimientos y asistir a unas conversaciones casi siempre referidas al pasado y desarrolladas con un humor tan sutil como corrosivo en una habilidosa mezcla de drama y de comedia que se inscribe en un cuerpo estilístico de base naturalista, la de un realismo cotidiano.
El espectador que sea capaz de disfrutar los 173 minutos de metraje del film habrá asistido gozosamente a una crónica social tan enciclopédica como minuciosa y llena de talento que pone al descubierto todas las ilusiones, frustraciones, escollos y valores de un colectivo naufragado. Una representación neutra, objetiva, sin manipulaciones ni ideas preconcebidas que respeta la mirada libre de su destinatario, obligado a sacar sus propias conclusiones.
En Sieranevada —un título que nada significa— más allá de su aparente caos, hay un lúcido testimonio sobre una sociedad desorientada que no encuentra el rumbo apropiado. Los incesantes travellings y panorámicas sirven de enlace entre personajes aislados, solitarios perdidos entre la multitud, que chocan en estrechos pasillos y minúsculas habitaciones, espacios asfixiantes que parecen condenarlos a una perpetua y angustiosa insatisfacción.
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