(2) LA CASA DE LA ESPERANZA, de Niki Caro.

EL ZOO DE VARSOVIA
Adaptación de una novela de la australiana Diane Akerman basada a su vez en notas del diario personal de Antonina Zabinski que, con su marido Jan, eran los encargados del zoológico de Varsovia cuando la invasión alemana de Polonia en septiembre de 1939. Más tarde ambos cónyuges fueron declarados Justos entre las Naciones por el estado de Israel tras haber salvado la vida de centenares de judíos durante la persecución nazi, con el establecimiento del ghetto y el sangriento aplastamiento de la rebelión de los allí internados.
La realizadora Niki Caro —Memoria y deseo (1998), Whale rider (2002) y En tierra de hombres (2005)—demuestra de nuevo su dominio del oficio narrativo en este film que, no obstante, se halla plenamente subordinado a las exigencias de la industria del cine, resultando por ello un producto dirigido a amplias audiencias a juzgar por el diseño de los personajes, la función básica del suspense, la presencia de una estrella en el reparto y la radical catalogación de los papeles en buenos —polacos y judíos— y malos —alemanes nazis—.
Jessica Chastain —también asumiendo labores de producción— y Daniel Bruhl —un biólogo germano obsesionado en mejorar genéticamente a la fauna y especialmente en recuperar al extinto bóvido uro— encabezan el reparto de este relato bastante convencional, previsible y felizmente resuelto. Como en el caso de La lista de Schindler (1993) de Steven Spielberg, el matrimonio protagonista arriesga su vida ocultando en los sótanos del zoo a judíos perseguidos, librándoles de una muerte segura. Convertidos por razones éticas en héroes de la Resistencia, se muestran tan protectores de las personas amenazadas como de los animales enjaulados.
Una fotografía demasiado brillante y colorista para tratarse de un drama así como un guión bastante edulcorado pese a mostrar la tragedia del Holocausto convierten la película en una apoteosis de buenos sentimientos pese al peligro de ser descubiertos —una tensión constante— por las fuerzas invasoras. Hay pues concesiones a la galería —el acoso sexual del zoólogo nazi a la protagonista, que parece ceder para no descubrir sus planes humanitarios— en un film correctamente realizado en el que destacan especialmente las imágenes de los animales corriendo en libertad por las calles de la ciudad tras el bombardeo alemán. Un momento sugestivo, casi poético, que queda aislado del resto en esta historia ejemplarizante puesta en escena con cierta pericia pero sin asunción de riesgos ni ejecución de audacias.
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